El propio universo plástico de Isabel Villar (Salamanca, 1935) poblado de ángeles custodios mariposas, jirafas, leones, guepardos, tigres, monos y un sinfín de sorprendentes animales -aquí amistosos- de la ensoñada fauna y flora terrenal nos acompaña por unos días en la galería Espacio 36. Y hay que festejarlo, pues Isabel Villar, salmantina por los cuatro costados, es de casa y buena vecina que gusta de venir a Zamora siempre que puede.

No es casualidad; razones familiares primero y posteriores razones de amistad y compañerismo con pintores y escultores zamoranos del pasado siglo XX justifican siempre sus bienvenidas visitas a esta ciudad.

Isabel Villar desde su onírico jardín

Pero esta vez como ocurría en el año 2000 lo hace con lo mejor que posee: sus obras pictóricas que nos saludan desde aquel onírico jardín o prado sempiterno y verde. Un personal mundo poético con el candor, ingenuidad y lirismo de sus mensajes y siempre sentido desde el casual personaje humano o animal hasta la última brizna de hierba en una dulce y ensoñada armonía.

Hay que agradecerle el cariñoso empeño de su comparecencia. Atrás quedan tantos años compartidos, tantas ilusiones que ahora se reflejan en la obra bien hecha y en la transparencia de su alma pictórica. Todo un lujo.

Muchos son los recuerdos de aquellos años 50 en una época de juventud -altamente feliz para quien esto escribe- donde empezábamos a soñar con lo que cada cual silenciosamente preparaba para su vida.

Ya pocos quedamos de aquella inolvidable y querida promoción de la Escuela de San Fernando (Madrid 1953-58), pero sí podemos pregonar a los cuatro vientos la enorme alegría de nuestros reencuentros (hoy es uno más) junto con la profunda tristeza de las naturales ausencias que han ido sucediéndose. En este caso la de su esposo, Eduardo Sanz, admirable y querido compañero también de aquella promoción, extraordinario artista y pintor ejemplar a todas luces que nos sigue iluminando en el Arte desde su museo del Faro Cabo Mayor de su querida Santander. Y fruto de ambos, Sergio Sanz, excelente pintor muy a tener en cuenta en el presente-futuro. Entre compañeros, coloquialmente, decíamos que eran como la Sagrada Familia de la pintura.

En este actual empeño expositivo mucho ha tenido que ver un singular zamorano, José María Carrascal Vázquez, comisario de la muestra, quien entre otras acertadas palabras en la presentación del catálogo escribe sobre la pintora y amiga: “esa presencia pacífica y confiada, la aparente ingenuidad, utiliza utópicas situaciones como metáforas de un devenir feminista de convivencia e igualdad”.

Una vez más, muchas gracias Isabel por tu nueva visita desde el prado, desde el jardín verde esperanza a tu ensoñado mundo, nunca más deseado que en estos tiempos de triste pandemia que nos ha tocado vivir.

Un fuerte abrazo, siempre.