Hace unos meses recibí un email de Manuel Ángel Delgado de Castro en el que, tras una breve introducción, me relataba su parentesco con el poeta Waldo Santos: “Me casé con una de sus hijas”, me dijo. El leitmotiv de su misiva era hacerme llegar unas curiosas fichas escaneadas, una especie de tarjetas como las que se usaban antaño para el préstamo bibliotecario, seis, exactamente, que conformaban una suerte de guión cinematográfico escrito por el propio Waldo y titulado Espejo de soledades; epígrafe que recuerda un pasaje de San Manuel Bueno Mártir en el que Unamuno se refiere así al Lago de Sanabria.

Espejo de soledades, un corto de Waldo Santos

Según me contó Manuel Ángel, en los años sesenta Waldo estuvo involucrado en la organización de un cine-club que tenía lugar en la sala Arias Gonzalo y de cuya experiencia, cree él, salió la idea de hacer un cortometraje. El documento, de notable valor artístico y documental, captó mi atención en seguida y, aunque tuve que rechazar la amable propuesta de Manuel Ángel de convertir en imágenes el guión (sirva este artículo también como llamamiento a cualquier profesional del audiovisual que pueda estar interesado), me comprometí a contar la historia de este frustrado proyecto de Waldo, dado su interés creativo y la coincidencia de las fechas con la conmemoración del centenario del poeta.

Espejo de soledades, un corto de Waldo Santos

Lo realmente interesante de estas fichas es que aúnan en poco espacio el guión literario y el desglose de guión que se hace después de la escritura. Es decir, en un guión literario uno solo escribe lo que se ve, lo que debe aparecer en imágenes, pero no cómo deben mostrarse esas imágenes. Waldo, sin embargo, reunió en un acto de imaginación ambos aspectos, aunque a su manera; sin las estructuras estandarizadas que imperan hoy día, donde cada aspecto del guión ocupa un cuadro o lugar específico. Es decir, apelotonando en un mismo documento los efectos de sonido, la iluminación, la música … Y no solo eso, además, sus fichas contienen anotaciones a boli y correcciones a modo de añadidos o “pentimenti”, como marca de autor.

Espejo de soledades, un corto de Waldo Santos

El argumento de Espejo de soledades no sigue una línea temporal concreta, contiene saltos, elipsis; desconozco si faltan algunas fichas que se perdieron o Waldo solo redactó secuencias sueltas. Sea como fuere, con un aire realista, a caballo entre el neorrealismo italiano y las películas de José Antonio Bardem, Waldo muestra su sensibilidad poética a través del lenguaje audiovisual.

Contaba un día Carmelo Gómez, durante una conferencia, que cuando le preguntaba a Julio Medem por el acting de una secuencia, este le explicaba aspectos irrelevantes para un actor, como la irrupción del viento y la metáfora que este componía en el plano. Waldo entendía el cine de manera similar a Medem; como poesía visual, con la lírica por encima de argumentos y personajes, con el poder de la imagen pura como núcleo del audiovisual. Aquí una muestra extraída de una de las tarjetas: “Se oye continuamente el rumor del trigo agitado por el viento sutil”

Su Espejo de soledades es, al fin y al cabo (al menos lo que nos ha llegado), un compendio de ideas sueltas que fueron concebidas para el deleite de los sentidos a través de la imagen y el sonido. La obra se inicia con un plano picado de la plaza de Alemania desde el edificio de Sindicatos hacia la iglesia del Carmen. Se centra la cámara, tras un zoom, en la sombra de un ventilador; la imagen como transmisora de significados ocultos. En otra secuencia se muestra un taxi que llega a la Magdalena. Dos hombres se reencuentran. Uno es un reportero, el otro ha estado emigrado en Alemania. Se narra también un viaje en coche; campos de trigo con la fotografía de las sierras de Cabrera y Segundera, las montañas sanabresas. Sombras, paisajes, sonidos y personajes de época.

Un guion vanguardista escrito por un poeta que quería poner sus versos en imágenes. Una obra pensada para el marco incomparable de la ciudad del románico y la provincia a la que da nombre; para su tierra, por su tierra; Zamora, lugar que destaca por sus metafóricos espejos (el Duero, el Lago, los embalses), pero sobre todo por sus soledades.