María Felisa Delgado llegó al centro de Salud de Santa Elena decidida y convencida de la necesidad de “acabar con todo “esto”. Animo a todo el mundo a que se vacune”. Esta mujer de 75 años esperaba el “pinchazo” que la inmunizará contra el coronavirus, “prefería cuanto antes, es la manera de poder hacer vida normal, estar con mis nietos, que desde agosto no los veo”, explicaba. Miedo “solo tengo al COVID porque si enfermas pueden quedar secuelas”, explicaba esta zamorana.

Media hora antes de que el salón de actos abriera sus puertas a las nueve de la mañana para la vacunación de los nacidos entre 1942 y 1945, “había ya bastante cola, aunque ha sido fluido”, indicaba Mar, celadora del Hospital Virgen de la Concha encargada de informar a los ciudadanos. “Vamos rápido y muy bien, la gente está viniendo en su horario y en el orden establecido, antes incluso y están encantados”, apuntaba la enfermera, Candelas Isidro Marcos. Al concluir la jornada, 250 de los 1.200 llamados a ser vacunados recibieron ayer la Pfizer. María Ángeles Aliste, con 78 años, otra convencida la necesidad de inocularse, se declaraba “muy contenta” tras recibir su dosis, “teníamos que estar todos ya vacunados, cuanto antes, mejor”.

Hablan los vacunados.

No duda de los beneficios de la vacuna y a los incrédulos les remite a los resultados, “estamos viendo que es la solución, están bajando los contagios”. Y restaba importancia a los posibles efectos secundarios, “pueden ser como cuando te tomas una pastilla, como dicen”. Abandonaba el Santa Elena junto a su marido, que recibirá hoy su dosis, dispuesta a disfrutar de la vida, “por lo menos tengo más libertad”.

La misma disposición mostraba Estrella Guerra, de 79 años, “tenía ganas, sí, a mí no me da miedo la vacuna, así estoy más libre. Me podía entrar el virus, o no, ¿eh?, pero yo ya he hecho lo que tenía que hacer”. Con ganas de “una vida normal”, como el resto de las personas que acudieron ayer a la llamada del Sacyl, advertía que “hay que hacer lo que te dicen, no salir de casa y, cuando lo haces, siempre con la mascarilla”. En canto tenga puesta la segunda dosis el 10 de mayo, esta vecina de la capital, que “lo he pasado mal porque la soledad es agobia mucho”, alejada de sus dos hijos y sus nietos que viven en Madrid y Valladolid, espera volver a disfrutar de su compañía y dejar atrás esta segunda fase de la pandemia, una experiencia “bastante peor porque no sabes cuándo terminará todo”, en el confinamiento “estabas con la ilusión de que se acabaría pronto”.

Lorenzo Crespo justificaba en “el bien general, evitar otros contagios”, su postura a favor de la vacuna. “Esto no es vida”, lamenta a la espera de que todo cambie a partir de mayo, “podré salir más, ir con los amigos a jugar la partida, a tomar vinos. Ha sido un año bastante duro”. Vivió épocas peores, “porque no tenías, pero ahora que casi lo tienes todo, y hasta dinero, te quitan la libertad”. Eso sí, el uso de las mascarillas fuera de casa “lo veo absurdo en muchas ocasiones, como en el campo, y mil cosas”.

Nacido en 1942, Manuel Refoyo, “tenía ganas, todos tenemos que hacerlo porque, si no, esto no se corta, cada día hay más muertes”. Esta situación “no tiene explicación, es peor que la guerra, a mí me tocó pasar hambre, pero mucha gente también la está pasando ahora y es penoso en estos tiempos, casi tres millones ya de muertos en el mundo”.

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