La final del VII Premio Promesas de Alta Cocina tuvo un marcado sabor zamorano en esta edición. De los diez finalistas que llegaron a esta fase -eligiendo después de varias fases a los mejores estudiantes de cocina del país- dos eran representantes zamoranos. Por un lado, Valentino Ligia, alumno del CIFP Ciudad de Zamora y, por otro, Alfonso Prieto, también de la tierra, aunque realizando sus estudios en la Escuela de Hostelería de Guipúzcoa Cebanc.

Ninguno de ellos se llevó finalmente el premio, consistente en una beca de especialización en la prestigiosa escuela de cocina Cordon Bleu, pero la experiencia para ambos "valió la pena".

El nivel estaba muy alto y los finalistas, que viajaron hasta Madrid, tenían que reproducir los platos que les habían marcado desde la organización, que posteriormente debían juzgar reconocidos chefs como Andoni Luis Aduriz, Macarena de Castro y Roser Torras.

El protagonista era un canelón de acelga relleno de conejo y caracol, lomo de conejo -"con dos cocciones, pero que al mismo tiempo quedar crujiente", especifica Prieto-, y un escabeche con cuatro verduras. "Teníamos solo cuatro horas para elaborar esos tres platos, así que andábamos un poco justos de tiempo", reconoce el alumno de la escuela vasca.

Prieto apuntó que estaba bastante tranquilo de cara al concurso. "Incluso me quedé dormido ese mismo día y bajé tarde a desayunar en el hotel", recuerda entre risas. "Lo enfoqué como si fuera otro día de trabajo en el restaurante en el que estoy ahora", añade.

Si algo tiene que destacar de este concurso, que se ha alargado mediante diferentes fases casi durante todo este año, es "el compañerismo que hubo entre todos los participantes, no había rivalidades y teníamos un buen ambiente, incluso compartiendo los utensilios", subraya.

Por su parte, Valentino Ligia asegura que el concurso ha sido "muy duro y bastante largo, nos ha dado mucho trabajo, a lo que hay que añadir que ahora mismo estoy con las prácticas", justifica. También señala que el tiempo estaba "más que justo" para terminar con holgura las elaboraciones que se les pedían "y además con productos como el conejo o los caracoles, que no son muy habituales en el día a día", indica el zamorano.

La casualidad hizo que los dos zamoranos fueran los últimos concursantes en entrar a cocina, según sorteo, y que, además, les tocara estar juntos durante las horas de elaboración, lo que les ayudó a tener algo de calma y templar los nervios, al estar junto a un amigo. De esta manera, aparte de centrarse mejor en sus elaboraciones, se echaron una mano en lo que buenamente pudieron. Toda una experiencia de la que han aprendido un poco más para seguir asentando su futuro profesional entre los fogones.