Miguel Hernández descubrió en Madrid al toro como un animal que simbolizaba la vida, "una vida marcada por la tragedia; él así la intuía y finalmente así se cumplió", reconoce Balcells sobre el infortunado destino del poeta alicantino.

El principio de este desenlace comenzó con la Guerra Civil, que también influyó en la obra de Miguel Hernández. "La tauromaquia ya no aparece como inspiración sin más, sino que cambia su simbolismo para convertirse en algo totémico, de todos los españoles. Para Hernández, todos tienen un toro dentro sin saberlo, en su propia sangre, y no se puede renunciar a él", detalla el protagonista del foro del periódico sobre el cambio en la visión de este animal en la obra del poeta.

El último episodio de la relación entre Miguel Hernández y el toro se desarrolla en la cárcel. "En esos momento, este animal ya no está en sus poemas, pero sí en su vida carcelaria, porque seguía al tanto en la radio de las corridas. Seguía siendo un aficionado y defendiendo la fiesta nacional aun estando entre rejas", indica.

Su prematura muerte, con solo 32 años, enfermo en la cárcel en 1942, deja a la poesía huérfana de nueva obra y sin saber si seguiría el sendero de la tauromaquia, aunque Balcells vaticina que así hubiera sido "porque siempre se identificó con el toro".