La galería de arte zamorana Espacio 36-Ángel Almeida acoge hasta el próximo día 6 de junio la exposición "Ofrenda y redención", que agrupa una serie de lienzos del villalacino José Ramón Pacho que muestran su visión metafórica de la vida.

-¿Qué verán los zamoranos que visiten "Ofrenda y redención"?

-Son dos series distintas pero conectadas con la misma idea. Por un lado están los cuadros de los cardos, la parte de la "ofrenda" en la que unas manos dan esa planta. Por otro lado, hay otra sobre "pensadores", rostros que se llevan la mano a la cara y reflexionan sobre esa ofrenda que reciben.

-¿Qué mensaje quiere transmitir con esa ofrenda?

-Es una metáfora que se refiere a dos situaciones. La primera habla de cuando alguien te ofrece una ayuda que lleva más espinas que beneficio y la otra sería una reflexión sobre la propia vida en sí. Todos vivimos situaciones muy espinosas de las que no sabemos cómo salir y quería jugar con la repetición de distintas representaciones sobre la misma idea. No solamente quiero hablar de quien recibe la ofrenda, que puede estar pasando por un mal momento, sino que hay que pensar que a veces la ayuda se vuelve contra quien la ofrece.

-¿Cuál sería la parte de la redención?

-El cardo no lo quiero transmitir como algo totalmente negativo. Por eso hablo de redención, porque recibir una ofrenda te lleva a una reflexión que puede hacerte encontrar la salida. A veces los problemas te hacen regenerarte y ahí está la redención, en la libertad que sientes cuando superas un problema. La vida no es un campo de rosas y que cuando pasa algo, hay que superarlo. Siempre hay esperanza, aunque no lo parezca.

-Otro de los grandes protagonistas de la muestra son las manos.

-La mano simboliza la conexión entre quien da el cardo con el que recibe esa ofrenda y se la lleva a la cara para pensar en ella. Las manos son complejas de pintar pero son muy expresivas y te ayuda mucho a decir lo que quieres. Con un pequeño detalle del cuerpo sabes cómo se encuentra anímicamente el individuo.

-En la serie aparecen retratadas personas muy diferentes.

-He querido representar distintas edades y géneros porque es un sentimiento generalizado. Todo el mundo se encuentra en situaciones así y por eso las manos no son siempre de la misma persona, igual que los rostros.

-¿Es la primera vez que hace una serie de este tipo?

-Sí. Trabajo según mi estado de ánimo y me apetecía hacer un realismo intimista. Suelo hacer series, pero también he pintado cuadros surrealistas que eran más independientes entre sí sin hilo conductor. Entonces necesitaba representar mi imaginación y lo hacía, como modo de expresión de un deseo. En este caso he apuntado algo más cercano a la vida real, algo que sentimos todos en un momento determinado.

-¿Es difícil pasar del surrealismo al realismo?

-En realidad no, porque la técnica es similar. Mi surrealismo no es exacerbado y no distorsiono la figura humana ni el resto de objetos. Más que surreal, lo irreal es la composición.

-¿Cuánto tiempo ha estado trabajando en esta serie?

-Algo más de dos años y sigo sobre ella. Ahora estoy pensando a mis hijas en la serie de pensadores como ya hice conmigo mismo o con mi padre en los cuadros que se ven en la exposición. También sigo haciendo bocetos sobre las manos para continuar el trabajo.

-El cardo, además de un elemento simbólico, es una imagen típica del campo zamorano.

-En Zamora se ven más cardos que flores y, además, es algo bonito pictóricamente aunque pinche. Tiene una plástica bonita y en algunos cuadros alargo las púas para convertirlo en un girasol para expresar que hay esperanza y que se puede llegar a la redención pese al sufrimiento.

-¿La situación del arte en Zamora invita a la esperanza de redención?

-Estoy bastante desconectado de proyectos comunes y del resto de pintores de Zamora, aunque antes trabajaba con algún colectivo. Ahora mismo necesitaba hacer algo más individual e intimista, que expresase lo que sienta y lo que soy. Lo que se hace en común tiene que estar relacionado para unificar la temática de la pintura y ahora me apetecía estar solo.