"Solo queremos que llegue el domingo para poder dormir". La aseveración, casi un ruego, corresponde a Ángel Calleja, presidente de la Asociación de Desarrollo Comunitario de San José Obrero, cuyas fiestas llegan hoy a su fin. "Desde que empezaron los festejos hemos dormido no más de seis horas". El responsable del colectivo vecinal se refiere a la directiva, los miembros de la comisión organizadora y al resto de voluntarios que no pueden resistirse a una implicación voluntaria y altruista en la preparación de los actos. En esa participación hay algo (o mucho) del viejo espíritu reivindicativo del barrio nacido en 1966 al calor del movimiento obrero. "La semilla sigue estando. Solo hay que regalar", afirma Ángel Calleja. Es la esencia del barrio más populoso de la capital.

El trasiego de vecinos e invitados de estos días puede que recuerde a más de uno a las manifestaciones que arrancaron con el mismísimo barrio a finales de los sesenta, cuando los trabajadores acudían a las ciudades en busca de un empleo. Y eso que este año el tiempo se ha portado a medias con el calendario festivo: mucha gente el jueves, menos el viernes por el asomo de la lluvia y mucho movimiento ayer sábado. Por el camino, pelota a mano, bailes regionales y juegos para los más pequeños en la plaza de La Encomienda, además de la tercera de las tres verbenas previstas para las noches de este año. Música hasta la madrugada a modo de prólogo de la disparatada carrera de autos locos de hoy.

Y hasta llegar aquí, el esfuerzo de los vecinos de una zona poblada por más de 14.000 zamoranos por reunir dinero para organizar estos días de fiesta en torno al Primero de Mayo. A la recaudación de la caseta de San José Obrero se une el puesto de Valderrey y, desde el año pasado, la barra colocada en las celebraciones de El Viso, en Bamba. "Tenemos intención de colocar otra más durante las fiestas de San Pedro para incrementar los fondos", afirma Calleja. Y es que San José Obrero lo necesita porque quiere mantener el nivel de su encuentro anual, pero también para "no deber nada a nadie". Los responsables están aún pendientes del Ibi que pagarán por las instalaciones de La Josa.

Y en medio del sonido de la música, el jaleo de la gente o de los gritos de los más pequeños, esa semilla de la que se habla en el barrio. Porque en San José Obrero -aunque la situación no es la misma que la de hace cincuenta años- "pensamos que somos el barrio peor tratado de la ciudad", afirman desde el colectivo vecinal. Es tiempo para celebrar, sí, pero en esa esencia combativa radica una forma de ser. "Tenemos diez mil cosas que pedir: aceras hundidas, el repintado de los pasos de cebra, parques para los niños?". Mientras llega la solución a todos esos problemas, a las fiestas de 2015 todavía le quedan algunas horas. Tiempo habrá para descansar.