¿Aburrido de las típicas fotos en la Catedral? ¿Cansado de posar frente al rosetón de San Juan o buscando el obispo en los arcos de la puerta de la iglesia de la Magdalena y de retratarse imitando al lusitano Viriato? Zamora, además de los monumentos señalados en rojo en todas las guías turísticas y planos de la ciudad, es para muchos de los que visitan la capital, un pequeño e intrincado mapa del tesoro en el que buscar la instantánea más original de su escapada. O, al menos, la que más se aleje de las postales que venden todas las tiendas de recuerdos.

Una de las poses favoritas para zamoranos y extranjeros es la interacción con las distintas estatuas y personajes que pueblan las calles de la ciudad. Dejando a un lado las fotos en todas las posturas inimaginables con el Merlú en la puerta de San Juan que todo turista tiene guardadas en su cámara, y las instantáneas con Viriato -posando como él los adultos y, los más pequeños, encima del carnero, sin lugar a dudas uno de los lugares más emblemáticos de la infancia de los zamoranos de toda la vida-, en los últimos años han entrado en juego nuevas figuras con las que interactuar. Aunque los orondos personajes de Aperos y Viandas que llevan ya décadas en la Rúa continúan atrayendo las miradas curiosas de los turistas, uno de los nuevos monumentos favoritos es, a pocos metros, la estatua de Herminio Ramos. Con gafas o sin ellas, no son pocos los que posan con la copia en bronce de uno de los zamoranos más ilustres, aunque no todos los que se le acercan conozcan quién es o se sorprendan, incluso, de ver al historiador de carne y hueso paseando por la Rúa junto a su copia estática a los pies de San Ildefonso.

Pocos metros más allá, la figura del congregante de la casa del cofrade del Santo Entierro es otro de los nuevos rincones favoritos para retratarse, así como la estatua del pez de San Atilano de Gregorio Fagúndez que adorna la Avenida del Nazareno, que permite a los turistas leer su leyenda mientras contemplan una hermosa panorámica de la ciudad que se alza sobre el Duero. Además, acercarse a este monumento lleva a muchos a descubrir el Puente de los Poetas, un nuevo rincón que ha dado la oportunidad de obtener una vista de la ciudad solamente accesible a unos pocos hasta hace nada.

Aunque en otro tipo de instantáneas, el modernismo del que goza Zamora también es uno de los elementos arquitectónicos que más sorprende a los turistas que se acercan a la ciudad, principalmente, tras haber oído hablar de su románico. Pese a que el folleto que se repartía hace unos años en las oficinas de turismo de la capital -y que explicaba, edificio por edificio, todos los rincones modernistas de la ciudad- se agotó hace más de un año y el Ayuntamiento no lo ha renovado, todas las fachadas de interés están numeradas en los planos y mapas que se reparten a los visitantes, que quedan asombrados por entornos como el de la plaza de Sagasta.

Y, por si todo esto no fuera suficiente, las nuevas técnicas de embellecimiento de la ciudad, que en los últimos meses ha apostado por el arte urbano, también se han convertido en un nuevo foco de atracción turística. El trampantojo de la calle Moreno, el mural de Claudio Rodríguez del mirador del Troncoso y la imagen de San Cipriano del mirador de la Biblioteca, o las recientes "pintadas" de la calle del Riego suponen un detalle curioso que descubrir para los que patean las calles de la ciudad.

Zamora tiene casi el cien por cien de sus hoteles ocupados para este puente de mayo en el que centenares de turistas venidos de todos los puntos de España esperan llevarse la mejor imagen posible de la ciudad y otras zonas de la provincia, como Toro o los Arribes del Duero. Fuera de las postales y catálogos tradicionales, la tierra tiene muchos secretos que descubrir. ¿Serán capaces de destaparlos todos?