Wolfgang Helmut Schenk falleció sin recursos, pero dejó en este mundo grandes amistades, que lograron que fuera uno de los pocos difuntos que tiene una pequeña placa con su nombre en la zona conocida como "de los desamparados", en el cementerio de San Atilano. Una sencilla cruz negra con un cristo plateado y una frase debajo de su nombre, -"Recuerdo de tus amigos"-, adornan junto a unas flores de tela blancas y rosas esta tumba sin lápida a la que todavía visitan, teniendo en cuenta lo cuidado del espacio.

La mayoría del resto de sus compañeros en esta pequeña explanada del camposanto zamorano, que apenas tiene capacidad para medio centenar de tumbas y que se sitúa junto a la zona de los nichos, son anónimas, todas ellas enmarcadas bajo el cartel de Desamparados. Apenas cuatro o cinco placas identificativas, pero muchas con algún símbolo en su cabecera, incluso una cruz de madera toscamente fabricada con dos palos. Y flores que alegran un poco esa zona de tierra seca y removida.

Los enterrados en este lugar ni siquiera recibieron en su día una misa de funeral. Se trata de sepulturas de beneficencia, la mayoría de ellas pertenecientes a personas sin recursos. Una pequeña minoría son de gente cuyos cuerpos no fueron reclamados por ningún familiar. En este caso, desde el juzgado se da la orden para el entierro y se pone en marcha un dispositivo por el que una funeraria se encarga del traslado del cadáver. En principio, estas personas descansan en esa zona durante cinco años, para pasar después al osario municipal, donde compartirán espacio con los fetos fallecidos y restos anatómicos. Un plazo que, comprobada la antigüedad de alguna de las cruces, oxidadas unas, desvencijadas otras, pocas veces se cumple, dejando que sus restos descansen en este primer lugar.

Una mujer se acerca a adecentar una de estas tumbas de beneficencia. "Vengo cada año desde Portugal", explica, cargada de crisantemos que deposita con mimo en la tumba. Solo puede acudir en estas fechas a rendir homenaje a su familiar, que falleció sin recursos para poder descansar en una lápida. Reconoce que no es la única que limpia y adorna estas tumbas. "Estos fallecidos no están tan olvidados", defiende.

El fin de semana llegarán más familiares y amigos a mostrar sus respetos, la mayoría a las grandes lápidas, unos pocos a este extremo del cementerio. Por ello, el horario de apertura del camposanto se amplía durante todo el fin de semana, desde las nueve hasta las siete de la tarde.

Estos días también se cuida el poder asistir a eucaristías especiales, por lo que habrá misa en la capilla del cementerio a las once y doce de la mañana y a las cinco de la tarde. El último acto en el cementerio de San Atilano será mañana, a las 20.15 horas, con la procesión de difuntos.