"El bailar reporta seguridad a quien lo practica. Es bueno para la formación integral de la persona porque trabaja tanto el cuerpo como la mente, dado que tienes que memorizar una coreografía, y también ayuda a la hora de tener un porte y un saber estar", defiende Carmen Ledesma, bailaora zamorana que desde hace tres décadas enseña flamenco en la ciudad.

Su primer grupo de pupilas fueron niñas de cinco años. "Fue un grupo maravilloso y muchas de esas pequeñas siguieron conmigo hasta que se fueron de Zamora para estudiar en la universidad. La escuela la formé con ellas porque ellas me fueron dando la pauta", atestigua la profesora que comenzó su andadura impartiendo jazz, aerobic, baile moderno para luego ya centrarse en el flamenco.

Sus clases las plantea desde hace tres décadas "como un todo", pues enseña clásico, ballet y flamenco a las más pequeñas, mientras que a las alumnas más mayores únicamente les imparte flamenco. "Creo que el ballet es básico para tener técnica, flexibilidad, ritmo y eso a una niña le ayuda a colocar su cuerpo, los huesos y músculos, para que puedan bailar ya sea danza española o flamenco. Personalmente no entiendo cómo se puede bailar danza moderna sin estos fundamentos", especifica Carmen Ledesma que confiesa que la menor que tiene cinco años en el siglo XXI y la hace 30 años "son prácticamente iguales, pero ya en la adolescencia se aprecian cambios". "A los 13-14 años existe una gran diferencia porque ahora cuesta que sigan, ahora la mayoría lo abandona por otros bailes como el funky cuando antes terminaban conmigo al concluir en el instituto e irse a estudiar fuera".

Actualmente asiste al retorno de alumnas que vuelven a las clases. Es el caso de Rocío López, de 32 años, que empezó con unos cinco años. "Me viene a la memoria que mis dos hermanos y yo aprendimos a bailar sevillanas el verano que ponían en la televisión la telenovela de Cristal", dice entre risas. "Estuve asistiendo a clases de flamenco hasta que me fui a vivir fuera a los 18 años y entonces bailaba en verano cuando regresaba porque tenía el gusanillo". "Me fui, pero no del todo" especifica al tiempo que asegura que pese haberse ido al sur de España, donde en teoría hubiera podido recibir con facilidad formación de este arte, "no pude recibirlas por mis horarios laborales y volví con muchas ganas porque añoraba mucho bailar", dice esta mujer que prefiere el palo de las alegrías. Desde su punto de vista en la ciudad de Zamora todavía "existe cierto desconocimiento por el baile flamenco, gusta mucho el cante pero la danza no se aprecia lo suficiente y debería de respaldarse a la única escuela que hay en funcionamiento".

Además de una formación integral en varios estilos Carmen Ledesma ha apostado por una convivencia entre sus alumnas, pues principalmente han enseñado a mujeres, "a más de un millar", calcula restando importancia al número. Así cuando no se celebraba el carnaval en la ciudad promovía un baile vermú. "Contratábamos una discoteca y nos disfrazábamos la gente de la escuela el Domingo de Carnaval. Quiero que los alumnos no solo aprendan, sino que se conozcan porque en años sucesivos a veces comparten clases", sostiene esta mujer que enseñó los primeros pasos en este arte a mujeres que se dedican profesionalmente a la danza como Alicia Almeida o Pilar Garza, quien está cursando Danza Contemporánea en Madrid.

Otra pata de su concepción de la enseñanza corresponde a los montajes fin de curso. "Los he hecho en el teatro de la Junta, en el Parador y el año de reapertura del Principal vino como artista invitada Beatriz Uría, una gran amiga que está en el Conservatorio de Madrid", enumera para proseguir: "Es una manera de motivar a las alumnas y de que sus familias vean los progresos". "Son actuaciones muy ilusionante", observa la joven Lucía Fidalgo que comenzó siendo una niña. "Lloraba al empezar, pero gracias a la perseverancia de Carmen y mi madre he seguido. Es un arte que te atrapa que me ha enseñado mucha disciplina ya de niña". Con respecto a las menores con las que comparte pasillos en la escuela testimonia que "me identifico con ellas totalmente porque bailo desde los cinco años y hablo con ellas muchas veces". Con contundencia afirma que "a quienes le gusta el flamenco, sigue. Yo nunca he pensado dejarlo. He estudiado en Valladolid y venía los sábados para bailar". ¿Un sacrificio? "No, era algo que necesitaba porque el baile te evade, te relaja. Te olvidas de lo que tienes alrededor".