El ambiente de fiesta, el colorido y las más variadas melodías tocadas con cencerros, gaitas o bombos inundaron ayer la emblemática Baixa lisboeta. Las celebraciones ancestrales volvieron a reunirse en un día primaveral en la capital del Tajo en la IX edición del desfile Festival Internacional de la Máscara Ibérica.

Los tambores de descomunal tamaño que portaban los Boteiros de Viana do Bolo anunciaban al público que aguardaba en las aceras la llegada de los enmascarados. Entre el público caras de asombro, sorpresa e incluso de miedo, en el caso de los más pequeños, ante una comitiva compuesta de los personajes más variopintos, vestidos con telas multicolores, pieles, tenazas, látigos o cuernos, que interactuaban con los congregados mediante carreras, desafiando el intenso calor, bromas y algún que otro susto que tenía como objetivo, sobre todo, a las mujeres jóvenes.

Este singular pasacalle lo integraron alrededor de 500 personas de 30 agrupaciones de la Península Ibérica, entre los que destacan las mascaradas de Zamora, Galicia, Salamanca, León, Cáceres, Asturias, País Vasco y Salamanca, los brasileños Mascarados de Maragojipe con su orquesta, y el grupo italiano invitado, Mamuthones e Issohadores Pro Loco Mamoiada, desplazados desde Cerdeña, que hicieron las delicias de cientos y cientos de turistas y lisboetas congregados desde la plaza de Municipio hasta la del Rossio. La representación zamorana, la provincia con más formaciones participantes, la constituyeron en esta ocasión ocho mascaradas, El Atenazador de San Vicente de la Cabeza, la Vaca Bayona de Almeida de Sayago, el Tafarrón de Pozuelo de Tábara, la Filandorra de Ferreras de Arriba, los Carnavales de Villanueva de Valrojo, la Vaquilla y los Cencerros de Palacios del Pan así como la Visparra de San Martín de Castañeda y los Cencerrones de Abejera. Inicialmente estaba prevista también la presencia los Diablos de Sarracín, pero «problemas de última hora les han impedido acudir y no hemos tenido tiempo que avisar a otro grupo», argumentó ayer el diputado de Turismo, José Luis Prieto Calderón en la Cámara de Municipio donde los representantes de las regiones participantes fueron recibidos por autoridades lisboetas mientras comenzaban a reunirse las máscaras. Unos de los primeros en hacer acto de presencia en el punto de concentración fueron los Paloteiros de Mogadouro, que no cejaron de bailar hasta que el desfile arrancó.

Y precisamente varios grupos de Mogadouro abrían el cortejo rumbo a la plaza de Rossio, seguidos del grupo de Cerdeña que avanzaba de manera acompasada haciendo sonar los cencerros. Tras unos caretos lusos llegaron las mascaradas zamoranas. La Filandorra de Ferreras de Arriba, integrada solo por cuatro personajes, daba paso un demonio y varios secuaces de los Carnavales de Villanueva de Valrojo, al Atenazador de San Vicente de la Cabeza o los Cencerrones de Abejera que acudían a Lisboa por segunda ocasión con los personajes del ciego y el cencerrón. «Hacía años que no veníamos y es importante estar en este desfile para que nos conozcan», decían, observación compartida por los representantes de la Visparra de San Martín de Castañeda, novedad sobre ediciones pasadas. La Vaquilla y los Cencerros de Palacios de Pan, con integrantes de corta edad, el Tafarrón de Pozuelo de Tábara, y la Vaca Bayona de Almeida cerraban la expedición zamorana.