No es casualidad que los años de mayores ventas coincidieran con las décadas de los setenta, ochenta y noventa. El cambio de milenio vino acompañado por un crecimiento económico irreal, del que ahora se ven las consecuencias en forma de crisis. Porque Ulpiano vivió, desde la calle, los mejores años de la Semana Santa, el desarrollo de un comercio que ahora está de capa caída y, sobre todo, apreció una Zamora diferente.

«He vivido una Zamora feliz, la gente iba alegre por la calle. Ahora, los niños dicen: «Mamá, cómprame esto». Y la madre les responde que no puede. El que gasta es el trabajador y ahora no tiene dinero», asevera Ulpiano Martín, quien está seguro de que la gente de ahora «está más triste».

Desde su mirador privilegiado «he visto a multitud de niñas crecer, casarse y tener familia. Cuarenta años son muchos», explica. Delante de su puesto se han sucedido diferentes generaciones mientras él y su mujer alternaba Santa Clara con las diferentes romerías zamoranas: Valderrey, La Hiniesta y Morales. Siempre cargados con reservas de pirulís, obleas y barquillos.

Un oficio que no tiene heredero, sino en la memoria de Ulpiano. El barquillero recuerda perfectamente la receta. «Para las obleas, un poco de aceite, harina y agua; se dejan secar y se untan con miel y caramelo». La de los barquillos «es algo diferente» y los pirulís «se hacen obleas en forma de cono y se rellenan de caramelo», detalla.