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Morales y Mc Creesh: insuperables

Morales y Mc Creesh: insuperables

Que este concierto iba a ser uno de los momentos más emocionantes del Pórtico 2012 era algo sabido de antemano, no solamente porque la relevancia internacional de Paul Mc Creesh y su «Gabrieli Consort» eran una garantía, sino también porque se trataba de un reencuentro con un repertorio en el que el grupo había demostrado una brillantez y maestría extraordinarias: el sello discográfico Deutsche Grammophon grabó hace ya tiempo, con el título «Música para Felipe II» tanto el Réquien de Cristóbal de Morales como el motete «Versa est in luctum» de Alonso Lobo, que inundaron ayer la nave central de San Cipriano como un milagro.

El público era ciertamente consciente de lo que había de único e irrepetible en el concierto. Eso se tradujo no solamente en el hecho de que en la iglesia no cupiera ni un alfiler, sino sobre todo en la atención y la escucha. De la concentración y seriedad con la que la agrupación abordaba su concierto en Zamora dio buena muestra la evolución de la antífona «Circundederunt me», desde su primera interpretación -muy buena pero un tanto fría- hasta el momento en que renació, ancha, versátil y poderosa, tras los últimos versos del Salmo 94. La arquitectura efímera que recreaba la imagen de la muerte en el ábisde central tuvo su correlato en los movimientos escénicos con los que se separaban y reagrupaban los solistas en cuartetos vocales, resaltando así la forma musical de las piezas.

Son muchas las razones que hacen de Paul Mc Creesh un músico singular e interesante. Una de ellas es su gusto por las reconstrucciones complejas de las misas, que incorporan numerosos fragmentos del gregoriano original, optando por separar las entonaciones a distancia de doble octava entre las voces agudas y graves. Se incluyó también la salmodia de las lecturas: la epístola, confiada a un resuelto tenor y el evangelio -la Resurrección de Lázaro-, impecablemente interpretada por un barítono.

En la dirección musical, Mc Creesh dio más pruebas de singularidad, pero sobre todo, de un dominio absoluto sobre la música que se interpretaba, en todos los parámetros, en toda su extensión, sin agotarse o perder la atención en ningún momento. Con esto nos referimos tanto al nivel horizontal de la música -flexibilidad de la línea para facilitar la comprensión y declamación del texto cantado, reacción dinámica y agógica a las reiteraciones de palabras- como al vertical -escuchar y comprender el tiempo necesario para la creación de una atmósfera en torno a un acorde o una intensificación de la textura polifónica -. Nada era casual, pero nada parecía programado: la intensidad en la pintura de las palabras paracía depender solamente de su propio significado etimológico, religioso y emocional. Dos ejemplos pueden ilustrar esta idea. En primer lugar, el concepto de «luz eterna», que aparece al final del texto del introito y el graduale: a cada repetición de esta palabra responde Morales con una nota más alta, cada vez más luminosa. En manos de Mc Creesh, esto no se traduce sólo en que sube la intensidad del sonido, sino en que se llena el espacio sonoro y la comunicación emocional se hace más apasionada y directa. En segundo lugar, el momento en que la polifonía se hizo más dueña de este espacio, más rica y vibrante se hizo coincidir con el concepto «llenos están los cielos», que aparece en el Sanctus, realzando el concepto de la divinidad.

Rodeado por las doce voces masculinas, el bajón, además de un elemento de autenticidad histórica, aportaba con inmediatez y sabor la referencia tonal. Pero hay que decir, resaltando aún más la calidad del los integrantes del conjunto, que fueron frecuentes los momentos sin referencia instrumental -en pasajes a solo o en cuarteto vocal- y resueltos de forma impecable. No es de extrañar que la reacción del público fuese una profunda inspiración, una toma de aliento colectiva que se desbordó en una calurosa y prolongada ovación.

La cita musical del Pórtico 2012 termina hoy, a las 12 de la mañana, con la interpretación de algunos de las páginas más conocidas de Beethoven y Schubert para trío de cuerda y piano. El concierto del Trío Ludwig tendrá lugar, como es habitual, en la iglesia de San Cipriano.

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