Son muchos los zamoranos que todavía recuerdan los aparatosos andamios que taparon durante casi todo 1990 el edificio que fue la primera sede del Banco del España, en la calle Santa Clara, pleno centro de la ciudad, para realizar una rehabilitación íntegra que dio como resultado la sede de la por entonces Caja Salamanca. Veinte años después de su inauguración, la entidad financiera, hoy unida a Caja España, ha decidido cerrar las puertas de su edificio principal en el corazón de Zamora.

Una decisión que ha suscitado múltiples reacciones, todas ellas encaminadas a abogar por que, ante todo, el edificio tenga pronto una nueva utilidad, más aún teniendo en cuenta lo costoso de su rehabilitación, tanto económica como arquitectónicamente, de la que ahora se cumplen veinte años. En definitiva, que el edificio no caiga en el olvido, entre otras razones, porque se encuentra en la calle más céntrica de la capital.

Construido según el proyecto realizado por el arquitecto Gregorio Pérez Arribas, las obras de esta edificación comenzaron en 1907, finalizándose dos años después. Aunque en principio la construcción estaba ideada para albergar viviendas de lujo, fue el Banco de España quien la alquiló para instalar allí sus oficinas, pasando a ser de su propiedad en 1929. Empezó entonces la primera reforma del edificio, de la mano del arquitecto José Yarnoz, para adecuarlo a las necesidades de la entidad, mientras que en 1945 se proyecta y construye la edificación complementaria sobre el patio posterior.

En 1978, y ante las necesidades planteadas por la administración central del Banco de España, el arquitecto Ramón Cañas realiza el estudio correspondiente para derribar el edificio, pero, afortunadamente, el derribo es denegado por la Dirección General de Patrimonio Artístico, por lo que el Banco de España decide trasladar sus actividades a un nuevo edificio, el ubicado en la plaza de Cristo Rey, una mudanza que culmina en 1984.

Fue tres años después cuando Caja Salamanca, hoy Caja Duero, adquiere el edificio de Pérez Arribas en subasta pública, con la intención de rehabilitarlo para la instalación de la sede central de sus oficinas en la capital. Entonces comienza un trabajo contra reloj para tener todo perfectamente adecuado en menos de un año.

El encargado de llevar a cabo esta obra fue el arquitecto Francisco Somoza, quien recuerda que, con la instalación de los andamios en el verano de 1989 «la anchura de las calles perimetrales se redujo considerablemente, aumentando en compensación las molestias a los ciudadanos, imposibles de evitar por las características del emplazamiento».

Los responsables tuvieron incluso que pedir al Ayuntamiento el cierre de la calle Pelayo para poder instalar los andamios. «El aspecto del edificio, una vez finalizado el montaje, resultado impresionante. Su aspecto fabril se completaba con las nubes de polvo procedentes de las operaciones de derribo de la tabiquería interior», recuerda.

El proyecto de Somoza, con un presupuesto que ascendía a 3,6 millones de euros, proponía, en términos generales, una rehabilitación del edificio para reconvertirlo en la sede central de Caja Salamanca en Zamora. El estado original del mismo no permitía su reutilización, pues el conjunto de sus instalaciones y dependencias no cumplían con los requisitos de las normativas de la época.

El espacio interior fue uno de los más estudiados, ya que tenía que ser un edificio funcional. De esta manera, su proyectó la reconversión del antiguo patio de luces, modificando sus dimensiones para obtener una mayor racionalidad en la redistribución del espacio interior. Así, en torno al patio se proyectaron dependencias de carácter administrativo y servicios de la entidad.

«Fue la imposibilidad de plantear una operación de conservación estricta de todos los elementos, por su mal estado e inadecuación de su estructura funcional al nuevo programa previsto, así como la deficiencia y obsolescencia de las instalaciones originales, lo que nos condujo a plantear una reestructuración general del interior del edificio», explicaba el arquitecto tras finalizar las obras.

Los últimos retoques antes de entregar la obra a la por entonces Caja Salamanca, que abrió sus puertas el 21 de diciembre de 1990, fueron los acabados de pintura, barniz y tratamientos especiales en varios materiales, así como el pulido de los solados de mármol, acuchillado y barnizado de los pisos de madera, la colocación de los aparatos de electricidad, iluminación, calefacción, megafonía o seguridad, entre otros.

Veinte años después, la entidad financiera ha decidido echar el cierre a dos décadas de historia por motivos de «operatividad y racionalidad de sedes y eficiencia», según hizo público a comienzos de julio, mientras que sus empleados se trasladarán unos metros más allá, hasta la sede central de Caja España, también ubicada en la céntrica Santa Clara.

Un cierre que nadie quiere que signifique olvidar este impresionante edificio. Servicios sociales, culturales o administrativos, las posibilidades de esta construcción, que nació a principios del siglo XIX como edificio de viviendas de lujo, son múltiples, aunque también es cierto que no es la mejor época, económicamente hablando, para encontrar el proyecto adecuado, aunque cualquier finalidad es útil, menos darle el portazo definitivo a este emblemático edificio.