Hay quienes ven los tiempos difíciles como una oportunidad para emprender nuevos retos. Tal es el caso de José Esteban quien, tras 35 años como propietario de un estudio de mobiliario de cocina y baño, vio como su empresa dejaba de ser viable debido a la crisis del sector de la construcción. «Al ser autónomos no nos quedaba más remedio que tirar hacia adelante y nos decidimos a dar un giro en el negocio. Hicimos un estudio de mercado y nos dimos cuenta que en esta zona del centro, desde la Rúa hasta la parte alta de Santa Clara, no había un quiosco, y que por lo tanto estaba muy desatendida en ese sentido. Ese fue el germen que nos impulsó», comenta. José y su mujer abrieron hace cinco meses y el resultado no ha podido ser mejor: «Estamos bastante satisfechos y el vecindario, según lo que nos han manifestado, están muy contentos porque les brindamos un servicio del que antes carecían, ya que no sólo ofrecemos las típicas cosas de un quiosco sino también productos de alimentación y estamos pensando habilitar una zona para regalos, tanto infantil como juvenil, como de cara al turista».

José Esteban dice que con el giro dado a su negocio ahora puede ver la luz al final del túnel cuando antes sólo tenía ante sí un negro panorama. «La problemática del autónomo es que tenemos que valernos a nosotros mismos, no nos dan subvenciones y no tenemos derecho al paro. Si nuestro negocio va mal y se hunde nos vamos a pique con el. Por eso tenemos que ser creativos y buscar la manera de salir adelante».

Para él, el cambio no ha sido fácil y dice, por ejemplo, que aunque es verdad que el autónomo no tiene horarios, ahora tiene que estar frente al negocio muchas más horas, ya que el quiosco requiere de un horario mucho más amplio que el de su anterior actividad. Sin embargo sostiene que «aunque trabajo más el cambio, sin duda, ha valido la pena».

Gonzalo Ortiz es un ingeniero de caminos con más de 20 años de experiencia profesional. El siempre trabajó por cuenta ajena y nunca le faltó empleo hasta que en noviembre del año pasado dejó la empresa en la que trabajaba porque ya le debían dos meses de nómina y era muy probable que hubiera suspensión de pagos. «Me tomé un tiempo y fue entonces cuando un antiguo jefe, que actualmente trabaja en Galicia, me propuso crear una empresa en Castilla y León y decidí probar», cuenta. Aunque puede parecer extraño que alguien decida apostar por la creación de une empresa de la construcción en plena crisis del sector, Gonzalo Ortiz señala que «no es que seamos inconscientes. Sabemos como está el mercado y que empezar ahora te permite ser más competitivo al reducir gastos de infraestructura, plantilla, etcétera. Además los tres socios que formamos la empresa conocemos muy bien el mercado y a todos nos conocen porque tenemos un pasado que nos avala y eso también es importante».

Sacar adelante la empresa, que formó en el mes de marzo, no ha sido fácil. Tras presentarse a diferentes licitaciones finalmente les adjudicaron una obra para la reforma de una bodega en Valladolid en la cual empezaron a trabajar a principios de este mes. «Lo que requiere un mayor esfuerzo es el darte a conocer. Muchos clientes, si no los conoces de antes son bastante reticentes a que les permitas demostrar lo que sabes y puedes hacer. Además es cierto que hay mucha competencia y por lo general los clientes prefieren a las empresas que ya conocen antes que a las nuevas. Felizmente, las administraciones sí saben distinguir entre personas y empresas y a nosotros nos conocen bien. Es más, la obra que nos han dado es porque nos conocían desde antes».

El tener como sede de la empresa una ciudad pequeña como Zamora no representa, según Ortiz, ningún inconveniente y le ha dado, por el contrario, algunas ventajas: «Las empresas constructoras están localizadas en un sitio en concreto pero en realidad pueden trabajar en cualquier parte. Por ahora nosotros nos estamos centrando en Castilla y León. Y ubicarnos en Zamora nos ha permitido, por ejemplo, acceder a una oficina en el vivero de empresas, con un alquiler bastante barato lo cual significa una gran ayuda ya que en los primeros meses o años de formación de una empresa cualquier gasto fijo pesa mucho».

Gonzalo Ortiz se muestra muy optimista al hablar del futuro de su empresa. «Creo que, de momento, el ritmo que tenemos de contratación ha ido bien y si seguimos por ese mismo camino y conseguimos unas tres o cuatro obras como la que ya tenemos será suficiente para darle continuidad a la empresa. Los primeros meses han sido difíciles pero no hemos sobrepasado el gasto que teníamos previsto y vamos tirando».

Sandrine Poncet llegó desde Francia a Zamora hace siete años con el objetivo de aprender español y realizar prácticas de Diseño Gráfico en una imprenta de la capital. Fueron ocho semanas en las que además de aprender mucho también conoció al hombre que luego se convertiría en su esposo. «Volví a Francia para acabar mis estudios y obtener mi diploma y en el 2003 regresé a Zamora dispuesta a quedarme. Obtuve una beca para estudiar en la Escuela de Arte, y paralelamente empecé a trabajar en la misma imprenta en la que realicé mis prácticas que me contrató. Sin embargo, mi sueño era crear mi propio negocio así que a raíz de que me quedé embarazada y nació mi hijo, renuncié al trabajo y ocupé mi tiempo en crear la imagen y el concepto de mi empresa».

El pasado mes de mayo por fin pudo concretar su sueño de la empresa propia y dedicarse por completo al diseño gráfico ofreciendo impresiones no sólo en papel sino también en textiles. «Todos los diseños que utilizo son creaciones mías, tengo una línea infantil, para embarazadas y también participaciones de boda, recuerdos de bautizos, primera comunión, etcétera. Por ahora trabajo únicamente a través de una página web bilingüe porque mi objetivo es abrir mercado aquí en España y en Francia», explica.

Sandrine Poncet confiesa que no es fácil emprender un negocio en Zamora debido a que «la gente suele preferir lo conocido, una vez que empiezan a trabajar con una empresa ya no quieren cambiar. Sin embargo también es cierto que son amables y te escuchan cuando propones algo, cuesta ganarse la confianza pero cuando la obtienes el resultado es muy bueno. Además el hecho de hablar con un acento extranjero me ha abierto puertas», comenta.

La empresaria sostiene que cuando se decidió a crear su propio negocio no fueron pocos los que intentaron desanimarla: «Me decían que no era un buen momento para iniciar una empresa, que estamos en crisis, pero al ser extranjera tengo más dificultades para encontrar un trabajo por cuenta ajena y por eso me decidí por esta opción. Además que a mí me interesa crecer profesionalmente».

De momento Sandrine Poncet se muestra optimista con el futuro de su empresa: «Me encanta lo que hago, es un proyecto que vengo planificando desde hace cinco años, tengo muchas ideas innovadoras y estoy segura que todo va ir bien».