Cien años después de su nacimiento, con un homenaje en marcha de sus admiradores y amigos, la figura del poeta zamorano Waldo Santos sigue sin un merecido y profundo estudio de su aportación a las letras, que reclama su amigo Octavio Uña, el poeta zamorano de Brime de Sog. Totalmente rendido al autor de Castronuevo de los Arcos, fallecido en 2004 en Zamora, Uña describe a un hombre “libertario”, que anhela “una sociedad ética y cívica”, en la que nadie “viva de manera conducida por un régimen”, en referencia a la dictadura franquista, a las consecuencias que tuvo la guerra civil y la postguerra en su historia personal. Es crítico y se rebela contra “una vida impositiva y de obediencia”.

El autor zamorano, que tenía una gran vida interior “leía a San Agustín cuando estuvo en el seminario”, “amarga y dura”, indica su discípulo afincado en Madrid desde muy joven. Y cree que esa existencia suya “llena de problemas” es consecuencia de aquellas vivencias de la guerra civil y la postguerra, destaca Uña.

En el recuerdo Waldo Santos envuelto en su capa negra y bajo su sombrero, con un clavel en la solapa y un bastón, se convierte en un símbolo del carácter independiente y de su posicionamiento a contracorriente, que Uña define como “quien va a contratiempo” y reivindica una España más libre. Representa a uno de los poetas “críticos y dolientes” del país, como lo fue Blas de Otero, León Felipe o Celso Emilio Ferreiro, añade. “Hay un Waldo doliente, crítico y solitario, unamuniano”, exponente de “esa literatura de desgarro interior y honda angustia e inquietud”.

Sobre todas esas vertientes de su personalidad, sobre el hombre “muy plural” en sus gustos, fundador del grupo de teatro Juan del Enzina, amante del flamenco..., disertó Octavio Uña en su conferencia “Waldo Santos, el dolorido sentir y las sensaciones de la utopía” en el acto de homenaje al creador de Castronuevo de los Arcos. El amigo también guarda anécdotas prosaicas, como aquellas sopas de ajo a las que le invitaba, “convencido de que las cocinaba como si tuviera una receta exclusiva”.

Y el incondicional seguidor destaca la “visión estética y poética de las cosas” de quien fue “un maestro” para el joven escritor de Brime de Sog al que visitaba en sus viajes a Madrid, cuando el Waldo tenía quehaceres como abogado.