Las protestas comenzaron hace dos semanas en Brasil en contra de la subida tarifaria del transporte público. Pero han extendido sus reivindicaciones y se han vuelto masivas y especialmente violentas estos últimos días. El viernes, 100 ciudades brasileñas celebraban manifestaciones, que han congregado a un millón de personas. Las clases bajas y medias exigen más inversión en educación, sanidad y servicios sociales. La presidenta, Dilma Roussef, se dirigió ayer al país y exigió el cese de la violencia. Además advertía de que si la violencia consigue cergarles estarán desaprovechando, dijo, una oportunidad histórica. También emplaza a los líderes sociales y sindicales a una mesa de negociación para tratar pacíficamente sus reclamaciones. Y alcanzar un gran pacto por los servicios públicos.