Varias personas han aclamado a las puertas de la cárcel al papa de los pobres, al Pontífice que rompe moldes con cada uno de sus gestos.Hasta ahora el Jueves Santo se celebraba en la catedral de Roma y con recipientes de oro, el Papa lavaba los pies a 12 sacerdotes. Pero ha llegado Francisco y ha cambiado todo: en lugar de catedral, una cárcel de menores y en lugar de sacerdotes, 12 delincuentes de distintos países y,también, de distintas religiones.