El Vía Crucis procesional silencia Toro
La ciudad calla ante el Cristo de la Expiración y recupera el aliento durante el canto de las "Cinco llagas" en la Colegiata
Como cada Miércoles Santo, Toro enmudeció durante el estremecedor Vía Crucis procesional organizado por la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad.
Minutos antes del inicio del desfile procesional, la iglesia del Santo Sepulcro acogió el emotivo acto de entrada de los nuevos hermanos de la cofradía que, tras sostener entre sus manos una vela prendida, besaron la insignia de ocho puntas portada por los abades en ejercicio, símbolo del Santo Sepulcro y la Soledad.
Una vez formalizada la entrada de los nuevos cofrades, entre ellos varios niños, la hermandad organizó la salida de la procesión que, sin duda, es una de las más bellas, desde el punto de vista estético, de cuantas se celebran en la ciudad con motivo de su Semana de Pasión.
El bullicio y la alegría que caracterizan a Toro dieron paso a un profundo respeto y a un conmovedor silencio en el momento en el que los hermanos de la cofradía abandonaron su sede, para iniciar el lento recorrido por las angostas calles de Toro.
De forma ordenada, los cargadores de la campana y de una cruz, arropados por el resto de cofrades, accedieron a la Plaza Mayor y esperaron la llegada del Cristo de la Expiración para revivir uno de los momentos que más impresionan de la Pasión toresana: el juramento de silencio.
Durante el juramento, los hermanos se comprometen a mantener un respetuoso silencio que, en todo el desfile, tan solo es quebrado por las oraciones que se rezan en cada una de las estaciones del Vía Crucis y por el sonido del bombo, el tambor, la corneta y la campana que marcan el ritmo de la procesión.
Ante el Cristo de la Expiración, el párroco Agustín Crespo pidió a los cofrades que se arrodillaran para el juramento y se comprometieran a guardar silencio durante el recorrido en el que las 14 estaciones, que simbolizan cada uno de los momentos clave de la Pasión de Cristo, fueron marcadas con el símbolo de la hermandad.
En representación de lo toresanos, el alcalde, Tomás del Bien realizó la ofrenda de silencio de la ciudad. "Toro está a tus pies", en "esta noche santa" en la que "el pueblo calla" para que solamente hable el Cristo de la Expiración y para que "bendiga a su paso nuestras calles y vidas". En nombre de toda la ciudad, imploró protección al Crucificado para que "se cumplan nuestros proyectos, se hagan realidad nuestras ilusiones y se desvanezcan nuestros miedos".
En cada una de las estaciones, las oraciones resonaron en el corazón de la ciudad y quebraron el estremecedor silencio. Tras completar el recorrido por las calles del casco histórico y remontar la empinada Cuesta de las Berceras, los cofrades accedieron a la plaza de la Colegiata, en la que reafirmaron se devoción al volver a escuchar el himno dedicado al soberbio Cristo de la Expiración, talla esculpida en el siglo XVII por Esteban de Rueda.
La procesión prosiguió por el paseo del Espolón, desde el que los cofrades se dirigieron al interior de la Colegiata para revivir el rezo y canto de las "Cinco llagas", acto que fue clausurado con la adoración de Jesús Yacente.
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