Jesús, Luz y Vida regresó a las calles de la ciudad tras la ausencia forzosa de 2020 y 2021. En el trigésimo tercer aniversario de su primera salida procesional, la cofradía se reencontró con unas gentes ávidas de arropar a cada hermandad de la Pasión; deseosas de apartar la nostalgia acumulada por los años de fe sin desfile, de ganas condenadas a la resignación.
El desfile partió de la Catedral, a las ocho en punto, con el sonido del barandales como advertencia para un público ya ubicado en las filas. El templo mayor se convirtió en el espectador de lujo del paso de unos hermanos que se cubrieron con su hábito monacal y también con la mascarilla, el recuerdo de una pandemia que aún golpea, aunque no tan fuerte esta vez como para doblegar a la Pasión.
El desfile atravesó la Puerta del Obispo, descendió hasta el Puente de Piedra y cruzó hacia la margen izquierda del Duero, como marca su tradición. La Cruz de los ausentes de Coomonte, los pendones, la cruz con la corona y el paso titular de Hipólito Pérez Calvo, el Jesús de Luz y Vida, coparon la atención, sin perder de vista al coro y al cuarteto de viento del desfile.
Ser porque otros fueron
Todo el recorrido tuvo ese poso emocional del regreso y del recuerdo a los ausentes, pero ese sentimentalismo se desborda siempre en el cementerio de San Atilano, donde tiene lugar el acto de oración que da sentido a la hermandad. En el camposanto, Jesús, Luz y Vida recuerda a quienes han hecho posible la Semana Santa de Zamora, para regresar al templo con la certeza de ser porque otros fueron.