Las almendras garrapiñadas están íntimamente unidas a los sabores de la Semana Santa zamorana, ya que forman parte de los productos típicos de fiesta y romería pero también tienen una significación especial porque sirven de agasajo para que los hermanos de Jesús Nazareno (y más tímidamente otras hermandades) conviden a los conocidos de las filas de espectadores.

Las humildes casetas que albergan los puestos de garrapiñadas han vuelto a las calles de Zamora, con todas las bendiciones sanitarias y, esperan sus propietarios, también de los zamoranos, acostumbrados a consumir este producto durante estas fechas de finales de marzo y principios de abril.

Olor a garrapiñadas en las calles céntricas de Zamora. “Huele a Semana Santa”, se oye a los viandantes. Los puestos ambulantes de uno de los productos más típicos de la Semana de Pasión están ya en las calles de Zamora, elaborando el dulce con la receta de siempre, a base de “agua, almendra, azúcar y mucho cariño, simplemente esto”. Todo a la vista del público, que puede apreciar cómo se trabaja esta aparentemente sencilla receta que, como todo, requiere una buena mano cocinera.

De Roales

Miriam Martín, atiende uno de estos puestos de garrapiñadas, el situado en la plaza de Sagasta, junto a la escultura de Adán de Eduardo Barrón, mientras su pareja, Antonio Martín, elabora las almendras marrones en la olla de cobre donde los ingredientes van tomando forma y color. Vienen de Roales y, como otros sectores del gremio ambulante, no están precisamente en su mejor momento, a pesar de que los productos que venden, alimentos están en teoría permitidos por la legislación sanitaria.

“Normalmente trabajamos en ferias y romerías, pero este año, a cuenta de la pandemia seguramente no nos dejen trabajar. Hemos pasado en 2020 un año muy malo, este año tiene pinta de ser igual. Aunque gracias a Dios este año nos han dejado montar aquí en Zamora en Semana Santa y esperemos que podamos seguir trabajando”, relata Miriam.

Y es que “al no haber ni ferias y romerías no podemos trabajar, nos tenemos que quedar en casa, porque nosotros nos dedicamos a la venta ambulante”, en un negocio que ha heredado Antonio de tradición familiar y en el que Miriam lleva cuatro años.

“La gente en cuanto pasa por aquí y huele el olor de las almendras dice huele a Semana Santa y aunque no tengamos procesiones, por lo menos que tengamos otras sensaciones y que huela bien”.

Un producto sabroso y económico que sigue teniendo mucha demanda. “Mantenemos los precios, aunque la almendra hay años que esté más cara o más barata. Por dos euritos que llevas un montón de almendras ricas ricas”. La presencia de los puestos de garrapiñadas es una de las pocas actividades callejeras que se pueden mantener respecto a lo que suele ser una Semana Santa normal, Y hacen falta, debido a la ausencia de otros atractivos de unas calles con gente, sí, pero sin procesiones ni otras actividades paralelas en esta extraña Semana Santa, segunda de la era COVID.

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