El dolor de la Madre convirtió la noche del Viernes Santo en el dolor de toda la ciudad. La noche desapacible, con un intenso viento sobre todos a partir de la medianoche, no restó presencia de cofrades de fila a lo largo del itinerario de la Real Cofradía de Nuestra Madre de la Angustias en su primera salida tras la concesión del título por parte de la Casa del Rey.

El amplio grupo de cornetas y tambores con el hábito de cofradías abría el cortejo procesional que partió de San Vicente. Su sonido se mezclaba con las esquilas de Barandales que desfilaba precedido de una bandera y la cruz parroquial tras los que comenzaron, en tres filas, a procesionar hermanos de túnica, entre los que había muchos niños de corta edad como una niña que llevaba su vela y un peluche en una misma mano.

El trío de capilla Lux Aeterna, que precedía al Santo Cristo, sorprendió a más de uno. "¡Qué acierto su inclusión!", comentaba un hombre antes de que decenas de móviles se elevaran para inmortalizar al Cristo de la Cruz de Carne, incorporado a la procesión en el año 1994, a cuyo tránsito por delante de la iglesia de Santiago del Burgo comenzó a cantar el coro sacro Jerónimo Aguado, esquema repetido con el resto de imágenes.

Proseguía el avance de los caperuces negros que flanqueaban a Nuestra Madre, bellamente adornada en tonalidades blancas y moradas, que caminaba al ritmo marcado por la banda de Villamayor emocionando a zamoranos y a turistas. Tras la impresionante imagen que hiciera Ramón Álvarez las hermanas de luto con la Madre que porta a su hijo muerto en su regazo. Entre ellas, de manera anecdótica, dos niños. "¿Pueden salir chicos de luto?" pregunta una mujer a otra sin obtener una respuesta clara. El cortejo prosiguió y regresaron los hermanos de túnica, menos que Viernes Santos previos, cuando sonaron los compases interpretados por la Orquesta de Vientos de Zamora que desfilaba con la Virgen de la Espadas, una talla que recientemente Rivera de las Heras acerca a la Escuela de Olot.

La procesión se adentró en el casco antiguo y el viento se intensificó, lo que hizo que muchos cofrades, pese a la diligencia de los cerilleros, no tuvieran luz en sus hachones. En la Plaza Mayor, que concitó a más público que otros años, con el Stabat Mater, interpretado por el trío de viento de la capilla Lux Aeterna, y la Salve, entonada también por los hermanos y hermanas, culminó el desfile. El dolor de la Madre compartido por su pueblo.