La imagen de Nuestra Madre de las Angustias paseó la noche del Viernes Santo exhibiendo por primera vez en un desfile procesional su nueva corona, aquella que el pasado septiembre el obispo Gregorio Martínez Sacristán bendecía en un acto sencillo pero lleno de emotividad. Una pieza de poco más de 50 centímetros de orfebrería que pudo tomar forma gracias a las donaciones de los fieles y las manos de los artistas Javier Casaseca y Javier Lozano.

No fue esta la única novedad de la procesión de Nuestra Madre, ya que su imagen titular recuperó la posición tradicional en el desfile, entre el Santo Cristo y la Virgen de las Espadas, que se recuperó hace ya cinco años, atendiendo a criterios iconográficos e históricos.

A las once de la noche partía la procesión de la iglesia de San Vicente, para recorrer tanto calles de la zona comercial de la capital como vías del casco histórico, en un desfile que superó las tres horas de recorrido y que finalizó en el templo de salida, no sin antes hacer parada en la Plaza Mayor, donde cientos de personas esperaban la llegada de los hermanos, cofrades, hombres y mujeres, y estas últimas también de luto, sumando casi cuatro mil almas. Habrá todavía que esperar por lo menos al año próximo para poder ver procesionar hombres de luto, ya que la directiva está a la espera de que el Obispado apruebe los nuevos estatutos.

Pasada la una de la madrugada se presentaba en la plaza el Cristo, que realizó el solemne recorrido para situarse de espaldas al Ayuntamiento y esperar a las otras dos imágenes, rodeados por dos filas de cofrades que cerraban la Plaza Mayor y sus compañeras portando las velas. El tambor era el que marcaba el lento paso de las dos primeras imágenes, mientras que para Nuestra Madre de las Angustias se reservó el "Mater Mea", quedando en el medio de la plaza, frente a la Casa de las Panaderas.

El coro sacro Jerónimo Aguado fue el encargado, bajo los soportales del Ayuntamiento, de entonar pasadas las dos de la madrugada el canto del "Stabat Mater" y fue también él quien dio la pauta para cantar el cántico popular de La Salve. Tras estos versos, los pasos se pusieron en marcha para finalizar la procesión, que se acercó hasta su templo de salida, la iglesia de San Vicente.