Opinión

Que se quedó llorando la flor de la Violeta

Hay días que se para el corazón del tiempo

Violeta Guarido Rivera

Violeta Guarido Rivera / Cedida

Hay días que se para el corazón del tiempo. Pero sigue el reloj contando malas horas y algún feliz momento. La tierra dando vueltas: "buenos días tristeza". Y alrededor del sol diez años pasan con sus diez primaveras y tu aliento.

Y sigue siendo ayer cuando ¡hasta siempre! en Zamora, Violeta, en tu Zamora, (como el crimen que fuera en su Granada de Federico el poeta), después del crimen que fuera en Palencia, tras la tragedia que en las dos ciudades llenó las calles de dolor y pena... en silencio, llorando y con palabras te despedía la que era tu tierra. Esa tierra que para Violeta era la humanidad que la Internacional cantaba, aunque siempre batallas perdiera.

Empezó el compañero y en nombre de la izquierda, con la que compartías el carnet, los anhelos, las ideas: "Hay días que el coordinador de Izquierda Unida ser no quisiera" (como decimos a veces esos días en que un error, traición, hartazgo o dudas, nos invaden de rabia o de tristeza). Días que ni siquiera conocido de la ciudad donde vives ser quisiera. Ni quisiera haber sido tu vecino de las casas donde tú crecieras. Días que no quisiera ser tu amiga del alma, ni tu compañera de trabajo, de estudios, de tu vida. Hay días que no quisiera ser familia: ni la abuela, tu abu; ni tus tíos, ni primos, ni sobrino apenas recién nacido entonces, Marco; ni tu única hermana ni tu hermana pequeña; ni tu padre, el "seto" pa; ni la mama, tu madre, ser quisiera.

Pero no es verdad que ninguno quisiera no haberte conocido. Porque te mereces, Violeta, esa gran pena que se instaló dicen que hace diez años, un seis de mayo que era un día cualquiera. Porque nos compensa la alegría, hija, de haberte conocido; verte crecer feliz, inteligente y buena; compartir tus amigos y amistades; recordar tu sonrisa, Violeta.

Con palabras que aquí se han publicado –gracias Begoña y Marisol, y las personas del oficio que es testigo de sucesos diarios– con palabras que cada seis de mayo han recordado desde hace ya diez años: que en nuestra carne que aún somos, Vio, te incardinas; que formas parte de nuestros pensamientos; que no eres olvido sino recuerdo que se asoma a la calle cada día, y que día y noche aflora en nuestros sueños.

Hace diez años aquí se publicaba el mensaje que decía en tu esquela: "Nos dejaste ayudando a otras personas". Y seguiste ayudando a la tribu que arropaba tu alegría de vida, el siempre triste adiós y nuestra pena: gracias a la tribu que hizo de Violeta la niña, la mujer, la amiga y compañera.

Que con tu enseñanza seguías ayudando, "miedo y pena", el año en que con miedo en nuestras urnas creció la ultraderecha. Nos lo contó Violeta. Y era el caso de un niño con miedo a un personaje de dibujos animados, que amenaza a todos los demás. El tratamiento fue humanizarlo: "¡pobrecito, es feo y malo, no tiene amigos, además es muy grande y no encuentra zapatos!". Resultado: el niño sigue teniendo miedo... y pena. Y así lo mismo con la ultraderecha que amenazaba a inmigrantes, mujeres que han impuesto una ideología de género... Y el intento de humanizarlos falla: "Apágalos con el voto del mando. ¿Ves? no les votes y desaparecen". Pero si se enciende me da miedo y pena.

¿Cómo querría Violeta que siguiéramos viviendo? Pues felices y con las mismas ganas con las que ella nos había conocido

Como nos ayudabas el año de pandemia. Cuando el olivo que tus compañeros plantaron rodeado de violetas, en el centro que acogió tu trabajo y tu vida en la cercana Palencia, dedicamos en tu nombre ese árbol "a quienes como tú dedicaron su vida a ayudar y la están arriesgando y la han perdido, como tú". Violeta.

Y otros años, el día de la madre como ayer, tu recuerdo se unía al de la abuela. La "abu" que en el tiempo tan duro de tu ausencia "en el día a día ha seguido libre, feliz, querida... con sus ojos claros, sus manos hacendosas, su voz serena". Las manos hacendosas de la abuela que hoy se duele de que la derecha ya no pueda cocinar, ni coser, que no se mueva ¡Menos mal que es la mano derecha! –le decimos de bromas muchos días. La abu de la que tú heredaste "la sonrisa y el ánimo", pues nuestra fortaleza está en la mano izquierda. "Si no fuera que me cuida la abuela..." Eso decía Violeta, "tu nieta desastre", cuando era pequeña.

Otro año en tu recuerdo se evocaba tu humanidad, Violeta. Nos decías que en cuidados paliativos lloraban. Cuando como residente de Psicología Clínica estabas aprendiendo y te saltaban las lágrimas, descubriste que había momentos en que lloraban todos, aunque llevaran muchos años mitigando el sufrimiento de quienes esperan el final de la vida.

Pero nunca las lágrimas han impedido seguir luchando por lo que es justo, como no ha impedido la despoblación que los pueblos de Zamora vuelvan a pingar el mayo y a celebrar las fiestas ante este símbolo de la fertilidad y de la primavera, venciendo al pesimismo y la tristeza, como hacían cuando el pueblo rebosaba de vida. Y por ello con pensamientos de Violeta levantamos un mayo. Pensamientos donde no cabía el odio a quien nos la arrebató de nuestra vida, porque había elegido ayudar a esas personas que por su enfermedad hacen cosas inexplicables, injustas, dolorosas

¿Cómo querría Violeta que siguiéramos viviendo? Pues felices y con las mismas ganas con las que ella nos había conocido. Luchando por un mundo mejor en el que nadie muera con violencia porque como dice el subcomandante Marcos: "Querían enterrarnos y no sabían que éramos semilla". Defendiendo la alegría como una trinchera (Mario Benedetti). Construyendo hermosos mundos "de hermanos, de hombres y mujeres que se llamaban compañeros" (Gioconda Belli). Siendo "mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, que puede cambiar el mundo" (gracias, Cayo Lara por recordárnoslo). Celebrando de nuevo la pequeña fiesta de Izquierda Unida en el barrio del santo obrero, donde, por supuesto, "habrá rosquillas de la madre de Laura", ahora la abuela bisa (gracias Miguel Ángel Viñas). Siguiendo en nuestro recuerdo porque "qué mala suerte, abuela Laura, la de Vio, porque está muerta" (gracias, Flavia por tu pensamiento de tan solo cuatro años).

Y cantando, porque sabemos que "si se calla el cantor, calla la vida". Por eso hoy volvemos a cantar "por el niño y porque todo, y porque algún futuro y porque el pueblo. Cantamos porque los sobrevivientes, y nuestros muertos quieren que cantemos" (Benedetti). Hoy con la música de "Chabuca Limeña":

Nos lo dejaste todo, tu vida y tus palabras,

tu trabajo y tu ejemplo, tus ideas, tu voz.

Habrá que ver la fiesta del cielo donde esperas

rodeada de tu gente, tu tribu y tu canción.

Déjame que te cante, Violeta pequeña,

con versos de tu alma, con sones de tu tierra.

Déjame que te diga, Violeta pequeña,

que quedaron llorando en Valorio las violetas.

(Te has quedado dormida como cuando niña)