Zamoreando

El pequeño Bronson Battersby

Alabo el trabajo de los trabajadores y trabajadoras sociales cuando el celo en su trabajo se impone

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Tenía tan solo dos años. Era un angelote. Un cañamón cuyas fotos hemos podido ver en pañales y en pijama, siempre junto a su padre. Y junto a su padre voló al cielo. No se trata de un caso de violencia vicaria. Sí ha habido abandono, desidia, incuria y me temo que incluso olvido. La noticia nos ha puesto el vello de punta y nos ha encogido el corazón. El pequeñín vivía junto a su padre, enfermo del corazón, en un condado de Reino Unido. Los servicios sociales llevaban unos días intentando contactar con el padre sin conseguirlo. Las explicaciones son confusas. Lo cierto es que al final, después de muchos días, una trabajadora social consiguió entrar en la vivienda y una vez allí descubrió los cuerpos sin vida del padre, de 60 años y el pequeño Bronson Battersby junto al perro de la familia que logró sobrevivir. Una familia considerada como vulnerable.

El padre falleció por un problema cardiaco, el niño sobrevivió una semana junto al cadáver de su progenitor, y así fue descubierto, acurrucado, sin vida, muerto por inanición y deshidratación, fundamentalmente deshidratación, después de una larga semana conviviendo con la muerte. La de la guadaña no dejó escapar la vida que empezaba. No soltó a su presa. Si los servicios sociales hubieran sido más diligentes, posiblemente no estaríamos hablando de esta noticia que ha conmovido a medio mundo y, por supuesto a los habitantes del Reino Unido, que ven un agujero insondable en unos servicios que distan mucho de ser modélicos.

No valen excusas. Existían indicios suficientes de que algo anómalo ocurría en la vivienda que compartían padre e hijo. Si no te contestan una vez, mal asunto. Si lo hacen dos veces, hay que pasar de inmediato a la acción y por todos los medios entrar en el domicilio familiar. Si así lo hubieran hecho, el pequeño Bronson habría tenido esperanza. Siete días son muchos, demasiado tiempo, no ya para estar sin comer, que también, pero sí para estar sin beber. La deshidratación del pequeñin, como ha descubierto la autopsia fue la responsable directa de su fallecimiento. Aunque los verdaderos responsables estaban fuera del hogar familiar.

Los servicios sociales, allí, aquí y en Pekín deben ser más cuidadosos sobre todo en los hogares donde hay niños y ancianos. No hace tanto escuchamos horrorizados la noticia de la anciana fallecida por deshidratación, a la que su hijo se negó a darle pan y agua. La deshidratación hizo mella en su cuerpo, en su salud, hasta provocar la muerte. Y vuelvo a los servicios sociales, tan necesarios, tan vitales en tantos casos y para tantas familias que viven más allá del umbral de la pobreza y aquellas consideradas vulnerables. Una labor digna de encomio cuando se hace bien. Una labor que deja mucho que desear cuando se hace a medias o mal.

Alabo el trabajo de los trabajadores y trabajadoras sociales, sobre todo cuando el celo en su trabajo se impone, cuando no dejan nada al albur y deploro cuando su trabajo se convierte en rutina y son otros los objetivos que priman. Quizá en España un caso así no hubiera sucedido ¿o sí? El mal ya está hecho. El pequeño Bronson Battrersby descansa en paz en un lugar de privilegio en el cielo de los niños.

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