Siete días y un deseo

Todos somos cómplices

Tanto usted como yo podemos hacer muchísimo más de lo que hacemos

Gaza tras un ataque israelí.

Gaza tras un ataque israelí. / EFE

José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

Sí, me lo soltó el viernes un viejo amigo: "¿Pero tú no ves la tele ni lees los periódicos? El mundo se ha vuelto loco. ¿O soy yo el que todo lo divisa con las gafas empañadas y no sabe distinguir con claridad lo que sucede a nuestro alrededor? Anda, dime algo y no te quedes callado, que tu silencio me inquieta". Y para que no se inquietara más de lo que, hasta ese momento, había intuido, le respondí con siete palabras: "Yo también estoy jodido, como el mundo". Y al escuchar mi sentencia, el amiguete pegó un salto de sorpresa que, si no llega a ser porque lo agarro de la cintura, se hubiera dado contra el techo. "¿Qué tú estás jodido, como el mundo? Pues no lo parece, chaval, porque yo te veo como siempre", me respondió, así, como tal cosa. Pero yo no me quedé calladito: "Si estoy jodido es porque el mundo también lo está. Y eso, como tú sabes, me afecta. Y lo estoy aún muchísimo más porque de un tiempo a esta parte he comprobado que la gente anda a lo suyo, sin ser consciente de lo que acontece a nuestro alrededor. Y cuando digo a nuestro alrededor no estoy hablando únicamente de los sucesos que ocurren en la casa, en el barrio, en el pueblo o en la ciudad, es decir, a pocos metros del lugar de residencia; no, me refiero a cualquiera de los sucesos, hechos, circunstancias, problemas, etc., que transcurren en la casa común, es decir, en el Planeta Tierra. ¿Me explico?". El camarada respondió como en él suele ser habitual: "Te explicas como un libro abierto. Y el resumen que hago es que cada uno anda a su bola, sin interesarse por lo que sucede en Ucrania, en Palestina, en Israel, en Afganistán, en Níger, en Sudán… ¿Es correcto lo que pienso". Y mi respuesta, una vez más, fue muy escueta: "Sí".

Yo no sé si usted está como yo o si, por el contrario, es una persona muchísimo más realista, que trata de vivir haciendo todo lo posible para que el presente, es decir, el día a día, no se conviertan en una carga excesivamente pesada. ¿Me equivoco? Si ya tiene suficiente con enfrentarse a los retos de la vida cotidiana, entiendo que los sucesos que quedan tan lejos, allá, a miles de kilómetros, no sean de su preocupación diaria o habitual. Imagino que sí lo serán cuando observa las imágenes de los bombardeos y esas escenas que ponen los pelos de punta, de chavales llorando, de mujeres corriendo para proteger a sus vástagos y de mayores escondidos entre los escombros de lo que era su casa hasta hacía unos minutos. ¿Y luego, qué? Cuando pasan los días y las imágenes continúan hablando de los espantos de las guerras, ¿qué piensa? ¿Sigue igual de horrorizado o, por el contrario, ya han hecho mella en usted el olvido, la indiferencia, el desdén y la indolencia? Imagino que de todo habrá en la viña del señor: personas preocupadas, muy preocupadas y de las otras. Incluso es posible que en algún momento piense que usted no puede hacer nada para acabar con los genocidios, los asaltos, las matanzas y los estragos que se producen a tantos kilómetros de distancia. Y yo le digo que sí, que tanto usted como yo podemos hacer muchísimo más de lo que hacemos. Porque, gusten o disgusten mis palabras, todos somos cómplices de lo que sucede en este planeta. Así de crudo.

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