Escalera hacia el cielo

Acorralado (sin John Rambo)

Los supuestos salvadores del campo también lo han abandonado a su miserable suerte

Vacas en una explotación que ha estado afectada por la EHE

Vacas en una explotación que ha estado afectada por la EHE

Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Se hace muy difícil refrenar la rabia y las lágrimas cuando escuchas a los ganaderos de vacuno lamentarse por sus reses enfermas de EHE, enfermedad hemorrágica epizootica. Agonizantes en el campo, o muertas y a la espera de que vengan los servicios de recogida de cadáveres. Parece la escena de una guerra lejana, de esas que salen en la tele, con cadáveres de inocentes esparcidos por aquí y por allá.

Mientras, la administración central y la autonómica no hacen nada. Bastante lío hay montado con la reciente investidura abortada, y la futura investidura a abortar. Y es que nuestros politiquillos están muy ocupados asegurándose su parcelita de poder, como para llevar el recuento de las vacas afectadas.

De hecho, se ha dado la orden a los servicios veterinarios de zona de no contar las bajas, por eso no se ofrecen cifras oficiales. Para no levantar sospechas en los consumidores, que bastante tienen con tragarse la mentira de que el aceite está carísimo por culpa de la sequía y de unos riquiños a bordo del Halcón Milenario en dirección a una galaxia muy, muy lejana, y no por culpa de la avaricia de marcas y grandes superficies.

Acaso no dejó el COVID un reguero de ancianos muertos en las residencias públicas y privadas, y nadie ha rendido cuentas por ello. Ni lo va a hacer. ¿Qué son unos cuantos viejos muertos en un país lleno de viejos, dentro de una Europa envejecida? Pues si nuestros abuelos les importan un carajo a los padres de la democracia, mucho menos esas vacas que ya no ríen.

Los ganaderos miran impotentes como sus vacas enferman y mueren debido al contagioso EHE, la Consejería no facilita soluciones ni da cifras ofíciales para no alertar a los consumidores

El día que no quede una sola vaca en toda España, ya se encargarán ellos de traerse "un chuletón al punto, eso es imbatible" desde donde haga falta. Para eso sirve el liberalismo financiero, y el capitalismo global al que rinden culto. Para que resulte más fácil hundir las pequeñas granjas familiares que fomentan las razas nacionales y mantienen en perfecto estado de conservación los ecosistemas patrios, y poder sustituirlas por ejemplares industrializados que malvivan sin ver jamás la luz del sol en barracones controlados por siniestras compañías de bioseguridad. Quién necesita a Stephen King cuando existen estos protectores invisibles de la sociedad. Sí, así es como se publicitan y venden.

De este modo se actuó con el cerdo, el pollo, y el pavo. Dejando caer las granjas familiares para que se reconvirtieran en grandes factorías de carne. En la actualidad, se está procediendo igual con las pequeñas granjas de vacas y otros rumiantes. Se las está llevando al límite, acorralándolas como a Rambo.

Para nuestros políticos, los ciudadanos somos sólo un elector, un voto. Los políticos son pues incapaces de entender que para un profesional de la ganadería, una vaca no es sólo una vaca, ni tampoco un número de crotal que especificar para cobrar la maldita PAC.

Cada vaca tiene su pendiente identificativo, pero además tiene su nombre: bocablanca, mostrenca, caraguapa, osa, albariza, mansa, cuellorojo… Por lo que cada baja por culpa del EHE es un drama. Igual que cada nueva pérdida por ataque de fauna salvaje es un luchar contra la constante tentación de abandonar, de echar el cierre y emigrar a la ciudad para subsistir amargado de la vida, como hacen los demás.

No hay un sólo ganadero que no llore de impotencia cada vez que encuentra malherida a una de sus reses, agonizante de las heridas provocadas por el oso, los lobos o los buitres. La fauna salvaje es eso mismo, y no tiene culpa de nada. Pero los políticos no tienen justificación ninguna para su dejación de funciones, su indolencia y pasotismo.

Si hasta los supuestos salvadores del campo lo han abandonado a su perra suerte. Por veinte talentos de plata, o por la Consejería de Agricultura, dos consejerías más, y una vicepresidencia desde la que berrear necedades y contratar campañas publicitarias que desprestigien a la región. En esto consistía su propuesta electoral de acabar con el estado de las autonomías?

Los ganaderos son de los pocos trabajadores libres como el ave que escapó de su prision que van quedando. Dependen del hombre del tiempo, y de los vaivenes especulativos de la Mercadocracia. No más. Por eso se los quiere atar en corto, forzándolos a transformarse en esclavos de la industria.

A día de hoy, un ganadero siembra lo que quiere, alternando sus cultivos. Da de comer a sus animales lo que puede. Vende sus corderos a la carnicería o restaurante que desea. Y si se le antoja, hasta puede mezclar churras con merinas.

Por el contrario, un macrogranjero depende en todo de una integradora que le impone el animal híbrido con el que tiene que infraalimentar a su prójimo; que pienso procedente de la quema de bosques tropicales va a usar para cebarlo, y que precio se le va a pagar.

Las vacas enfermas de EHE se merecen los buenos pastores que las cuidan, pero se merecen más. Los pastores también se merecen mucho más. Se merecen otros políticos. Unos que se impliquen en los problemas cruciales que aquejan a la sociedad que les ha elegido. Los politiquillos que tenemos no se los merece nadie, ni los pastores ni las vacas.

Se equivocan los políticos, si creen que los ganaderos van a rendirse sin hacer todo lo que está en sus manos para plantarle cara a la enfermedad que ataca a sus vacas. Se equivocan los animalistas, si creen que a los ganaderos no les importan sus animales. Un ganadero vive de los animales, se alimenta de ellos, y con ellos da de comer a sus paisanos. Es su modo de vida y su orgullo, su superpoder y su inmensa responsabilidad.

Decía el Che Guevara, y si no lo dijo sería porque se le olvidó, que los ganaderos están llenos de amor. Amor a la humanidad y a los animales. Amor al territorio que habitan, a la climatología por muy adversa que sea, a los suelos, a la fauna salvaje pese al daño que ocasiona, a los insectos polinizadores y su inestimable labor. Amor a la naturaleza, amor por la vida.

Eso es la ganadería: amor y autentica devoción por unas maneras de vivir que habría que mimar y salvaguardar como si se tratara de la mejor obra de arte.

(*) Ganadera y escritora

Suscríbete para seguir leyendo