Pereruela está en deuda con Amando de Miguel

Entre la gente mayor y la de su generación se le ve como alguien especial, fuera de lo común

El zamorano Amando de Miguel señala con el dedo la escuela en la que estudió de niño, en Pereruela

El zamorano Amando de Miguel señala con el dedo la escuela en la que estudió de niño, en Pereruela / FOTO DAVID RODRÍGUEZ

Ramón M. Carnero

Ramón M. Carnero

Como perigüelano, y como cronista oficial de Pereruela, no entiendo que siendo Pereruela la cuna de Amando de Miguel y que su evocadora infancia se deshaga en elogios a su pueblo, a sus barros y a su alfarería, no sólo aquí en lo cercano, en lo inmediato, sino allá donde se encuentre y en lo que escribe, que no le diga nada a sus paisanos. Nada significa la talla intelectual de este hijo del barro perigüelano (que debía ser) predilecto, porque lo pisó de camino de ida y vuelta a la dehesa de Judiez, en la que vivía gran parte de su familia, y respiró el humo de su cochura… Pues no le dice nada a sus paisanos. Bueno sí dicen, lo he oído muchas veces: ¿qué ha hecho por el pueblo?

Está claro que no es un futbolista de renombre, ni un piloto de motos o de coches fuera de serie, ni un gran tenista, ni ha traído al pueblo a su costa algo significativo… Nada. Los regates y goles intelectuales con los que ha ganado, no ya ligas, ni champions, sino su proyección universal, a la que está indeleblemente unida el nombre de Pereruela, y que él certifica con la palabra… Pues no es de agradecer.

Le debe al menos un homenaje, un reconocimiento, una placa en la fachada de la casa donde vivió, o en la escuela donde dio sus primeras letras. No podemos, yo al menos como perigüelano y cronista oficial de Pereruela, ignorar y dejar que el tiempo borre en su pueblo, en el mío, su talla humana e intelectual y su proyección universal, cuya cuna es el barro y la alfarería, que siempre está en su boca y en su pluma

Y lo sorprendente es que cuando ha ido a Pereruela a dar alguna charla, a presentar libros de quien esto escribe, la gente se vuelca en él y no le dejan casi ni dar dos pasos por la calle sin que lo interrumpan para saludarle. Y entre la gente mayor y la de su generación se le ve como alguien especial, fuera de lo común. Le tienen como aureolado. En su juventud sus actividades corrían de boca en boca como la pólvora. Y algunas de ellas que traspasaban el ámbito de lo establecido socialmente, de lo prohibido, se cuchicheaban en corrillo, como intentando que no se enteraran los demás o que no les pillaran hablando de aquello que era tabú. Lo recuerdo perfectamente de mi infancia.

Y, sin embargo, ni como colectivo, ni oficialmente, Pereruela le ha reconocido nada. No lo ha distinguido con nada. Y que conste que no soy partidario de que le pongan su nombre a una calle y ésta pierda su vieja identidad, como sucedió hace algunos años al desaparecer una travesía Maragatos, con lo significativo y evocador que es su nombre, en aras del nombre de la patrona del pueblo, seguro que porque en ella se encuentra la casa parroquial. Lo mismo le pasó a la calle Larga, que ya no lo es tanto, a la travesía de la Feria…

Pereruela está en deuda con Amando de Miguel. Le debe al menos un homenaje, un reconocimiento, una placa en la fachada de la casa donde vivió, o en la escuela donde dio sus primeras letras. No podemos, yo al menos como perigüelano y cronista oficial de Pereruela, ignorar y dejar que el tiempo borre en su pueblo, en el mío, su talla humana e intelectual y su proyección universal, cuya cuna es el barro y la alfarería, que siempre está en su boca y en su pluma.

(*) Cronista oficial de Pereruela de Sayago

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