Siete días y un deseo

Y que no aprendemos

Estoy harto de leer y escuchar las mismas monsergas de siempre

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José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

Mira, chaval, me decía el miércoles pasado un buen amigo, experto en muchas cosas de la vida cotidiana: “Mientras no seamos capaces de entender los mecanismos del desarrollo económico y las causas que provocan los diferentes niveles de renta, patrimonio, calidad de vida, bienestar, etc., aquí y en la Conchinchina, no avanzaremos. Porque estoy harto de leer y escuchar las mismas monsergas de siempre, simplificando, por parte de unos y otros, la complejidad de la realidad social y, sobre todo, lanzando a la palestra recetas, soluciones y promesas que no van a ningún sitio porque se parte de análisis erróneos. Y si los análisis, querido chaval, son incorrectos, no hay nada que hacer”. Y ahí se paró. Pues bien, ¿ustedes imaginan que están tomando un café con el amigo de turno y escuchan lo que acaban de leer? Imagino que le dirán, como hice yo, que se tranquilice, que lo ves inquieto, nervioso o incluso algo cabreado. Y él, que vale un huevo, te responde que cuando alguien canta las verdades del barquero no significa que tenga que estar inquieto, nervioso o cabreado.

Bueno, a los dos segundos rectifica y termina reconociendo que sí está cabreado. ¿Y eso?, le pregunto. Y él, que es la leche, comparte conmigo unas explicaciones que, aunque no son nuevas, vuelve a repetirme con la misma pasión de siempre: “Porque estoy hasta las narices de que nos vendan la moto con proyectos poco originales, pensando que con esas milongas Zamora y los zamoranos conseguiremos salir del atolladero en el que nos encontramos desde hace muchísimas décadas. Porque aquí hay algo previo que debe ponerse sobre la mesa: si olvidamos los antecedentes y desconocemos el origen de nuestros problemas, no hay nada que hacer. Porque el pesimismo personal y colectivo tienen raíces muy pretéritas que debemos conocer. Porque pensábamos y seguimos pensando que el maná del desarrollo llegaría con tener no sé qué infraestructuras (autovías, trenes de alta velocidad, fibra óptica, etc.). Porque, en definitiva, aquí se están olvidando muchos factores que explican lo que somos. Y mientras los diagnósticos no sean certeros, el enfermo seguirá muy malucho. ¿Me entiendes?”.

Y mi respuesta ya la conoce, porque se lo he dicho cientos de veces: “Te entiendo perfectamente e incluso comparto muchas de tus ideas, conclusiones y recomendaciones. No es necesario que insistas tanto porque te conozco desde que te salieron los dientes”. Y él se ríe, claro. Y yo insisto en que lo que sobre todo me entusiasma de él es el modo que utiliza para analizar las cosas más básicas y el entusiasmo con que comparte los resultados de sus pesquisas en charlas, congresos, conferencias, talleres, revistas, libros, etc. Lo resumo: las dudas, los interrogantes y las preguntas siempre están presentes; la búsqueda de las respuestas no se despacha en un pis pas; los resultados no se guardan en el cajón de la izquierda sino que siempre se comparten con unos y con otros, aunque, en muchas ocasiones, choquen con lo que piensa la mayoría de la gente. Y él, que es muy listo, me suelta una verdad de Perogrullo: “Lo único que hago es aplicar el método científico a la hora de conocer y explicar la realidad social”. Y claro, cuando alguien te suelta esto, a ver quién tose.

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