Los telares de Cris

Simplificar la Navidad

Estas fiestas no tienen por qué ser un agobio ni una ruina, quizás es hora de reapropiárnoslas

ZAMORA. LUCES NAVIDAD

ZAMORA. LUCES NAVIDAD / JOSE LUIS FERNANDEZ

Cristina García Casado

Dice el Telediario que poner la decoración navideña demasiado pronto puede provocar habituación. Es decir, que si la hacemos durar dos meses pierde la gracia de la ocasión especial. Hay quien sacó el espumillón antes de que se pudriera la calabaza. Si todo es fiesta nada es lo es. Es bastante absurdo llegar a la Nochebuena agotados ya de la Navidad.

A 10 de diciembre, he leído a madres excusarse en redes sociales por no haber hecho un calendario de Adviento complicadísimo con actividades para cada día. Una agenda ministerial para niños a los que apenas se les deja serlo. También se ha puesto de moda un elfo que vigilia que las niñas y los niños se porten bien para contárselo a Papá Noel: poco moderno me parece a mí eso, la verdad. Yo misma se lo compré a mi hijo en su primera Navidad, pero quedó pronto relegado a ser un muñeco más y de los de apariciones secundarias. Si hay que forzar una tradición, es que no lo es.

Si algo he heredado de mi familia es el respeto a ciertos rituales y la obstinación por mantenerlos. Yo no pruebo nada navideño antes de Nochebuena ni después de Reyes

A mí me gusta mucho la Nochebuena porque es la cena en la que siempre hemos estrenado la Navidad. El primer pedazo de turrón, que es el más rico. Si algo he heredado de mi familia es el respeto a ciertos rituales y la obstinación por mantenerlos. Yo no pruebo nada navideño antes de Nochebuena ni después de Reyes. ¿Cómo va a ser un dulce navideño si se come todo el año? Cuanto más comerciales se vuelven estas fiestas, más férrea es mi convicción de preservar la Navidad de medida justa, propia.

Precisamente porque me gusta la Navidad y me gustan todas las celebraciones de la vida, siento un profundo rechazo por lo que el capitalismo ha hecho con estos días. Convertirlos en meses, para empezar. Hartarnos. Gente quejándose de comprar regalos por obligación, comprando por comprar, mucho envoltorio y poca enjundia. Personas que se juntan con quien no quieren como si les obligara una fuerza sobrenatural. Un tiempo más en el que no nos permitimos hacer lo que queremos con quien queremos, que es básicamente lo mejor de existir.

El agobio tradicional por hacer una cena de restaurante en casa unido a la presión del escaparate de las redes sociales. La cena ya no solo tiene que gustarle a los que la van a comer, sino ser bonita, instagrameable, para los otros. El sistema, con nuestra colaboración, ha convertido unos días de descanso y seres queridos en otro trabajo más: ¿Queda algún espacio de nuestra vida en el que ya no estemos produciendo algo para alguien?

La Navidad no tiene por qué ser complicada ni carísima, eso no está escrito en ninguna parte. Acatamos obligaciones que no hemos firmado en ningún contrato. No hay que correr, ni comprar quinientos regalos, ni adoptar todas las tradiciones que existen en el mundo para llenar lo que ya desborda. Se trataría, me parece a mí y por ejemplo, de encontrar en la iluminación navideña la luz que tanto le falta a diciembre por estos lares. De estar más presentes, de compartir y desempolvar, por ejemplo, el dominó o la baraja. De hacer lo que cada uno buenamente pueda y desee con unos días de descanso, recogimiento, paseos o celebración. De sobrevolar lo que nos imponen y hacer una Navidad a nuestra medida.

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