La Opinión de Zamora

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Gerardo González

Falcones y la dignidad de los afrodescendientes

No fue hasta 1880 cuando el rey Alfonso XII firmó el decreto de la abolición de la esclavitud en las colonias españolas de ultramar

Es muy difícil describir en una novela las atrocidades cometidas por los negreros españoles en Cuba durante la segunda mitad del silgo XIX, cuando todavía era colonia española y estaba abolida la esclavitud prácticamente en todo el mundo menos en nuestras colonias de ultramar. Lo ha logrado Ildefonso Falcones con su acostumbrado talento literario en la obra “Esclava de la libertad”, aparecida recientemente. Conviene recordar que en 1837 las presiones de los gobiernos británico y francés consiguieron que se aboliera la esclavitud en España y Portugal, pero que no fue hasta 1880 cuando el rey Alfonso XII firmó el decreto de la abolición de la esclavitud en las colonias españolas de ultramar, que se complementó con otro decreto en 1886 para liberar a los 30.000 esclavos que aún quedaban, sobre todo en Cuba.

UN GRABADO QUE HACE REFERENCIA A LA ESCLAVITUD EN LA CUBA COLONIAL.

Esta sexta y voluminosa novela de Falcones transcurre en dos planos: en Cuba desde 1856 hasta 1878 y en Madrid desde mayo de 2017 hasta junio de 2018. La detallada y descarnada descripción de los horrores que padecen los esclavos africanos en el ingenio azucarero de La Merced propiedad del español Juan José de Santadoma, marqués de Santadoma (nombres ficticios), son de un verismo atroz. Como lo es la lucha encarnizada en Madrid durante un año de una familia descendiente de aquellos esclavos para que se reconocieran sus derechos hereditarios. No descubriré por qué.

Despliega Falcones a través de los personajes asentados en Madrid una elocuente y bien documentada defensa de los afrodescendientes, cuyos antepasados fueron explotados, humillados y masacrados en las fincas azucareras, después de ser arrancados de África para ser vendidos como esclavos. Y no está de más recordar que la captura y venta de esclavos africanos ha sido una de las mayores atrocidades cometidas en la historia de la humanidad y todavía no resarcidas.

Despliega Falcones a través de los personajes asentados en Madrid una elocuente y bien documentada defensa de los afrodescendientes, cuyos antepasados fueron explotados, humillados y masacrados

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He advertido que, en el caso de los llevados al ingenio cubano de La Merced en los barcos negreros, el novelista los considera “yorubas naturales de Guinea”. Creo que hubiera sido más pertinenteo situar a los yorubas en el Golfo de Guinea, que baña las costas de Liberia, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria y Camerún. Por el contexto de los ritos e invocaciones a los dioses tutelares que hacen los esclavos en el ingenio cubano estos yorubas encajan perfectamente en Nigeria, en donde este pueblo constituye al menos el 30 por ciento de la población nigeriana y se ha distinguido siempre por una gran cultura; pertenecen al pueblo yoruba Wole Soyinka, que fue Nobel de Literatura en 1986, y Fela Kuti, creador de la música “afrobeat”.

Me ha sorprendido que Falcones ubique al heredero e hijo del marqués de Santadoma en Madrid. Como catalán, sabe muy bien que en la época en que sitúa la novela los negreros más notables y enriquecidos en Cuba eran catalanes, además del marqués de Comillas, un cántabro que emigró a Cuba con 14 años en 1831. Tuvo después un pequeño comercio en un local que le alquiló el adinerado catalán Andreu Bru Punyet. Se casó en 1849 en Barcelona con su hija María Luisa, con cuya dote y el apoyo financiero de su padre este emprendedor llamado Antonio López fundó la Transatlántica, una de las mayores navieras españolas de la época, que se dedicó también al comercio de esclavos. Esta fue la razón por la que el Ayuntamiento de Barcelona decidió en 2018 retirar su estatua de la plaza que llevaba su nombre y además denominarla desde el 15 de julio de 2021 Idrissa Diallo i Correus. Idrissa fue un inmigrante guineano muerto con 21 años en un hospital de Barcelona después de ser detenido en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Zona Franca. Su muerte, debida a un infarto no atendido a tiempo, supuso un revulsivo para exigir que se tratara con dignidad y respeto a los inmigrantes africanos.

Algunas de mis observaciones pueden ser discutibles, pero no menoscaban el extraordinario valor literario de la última novela de Ildefonso Falcones, ni mucho menos su explícito alegato para erradicar el racismo y la xenofobia, como manifiesta al final de “Esclava de la libertad” en Nota del autor, firmada en Barcelona en mayo de 2022.

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