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Zamoreando

Carmen Ferreras

Sumisión química

Cualquier fármaco es válido para el violador para consumar su “hazaña”

El acoso y derribo de la mujer con fines sexuales es una constante. Como lo son ya las manadas. Algunos necesitan los cataplines propios y los de los amiguetes para avasallar y violar a las mujeres. Quizá porque, a lo mejor, quién sabe, les cuesta izar bandera y necesitan el estímulo de otros. Algunas malas bestias nos quieren eternamente sumisas. Y como eso ya no es posible, buscan la sumisión de la mujer por medios químicos. No les basta con la burundanga, ahora echan mano del pinchazo con no sé qué sustancia, al parecer bastante efectiva, para hacer lo que les viene en gana con su víctima. ¡Me dan asco!

Para que nos situemos, la sumisión química no es otra cosa que la administración de una sustancia con efectos psicoactivos a una persona sin su conocimiento, con el fin de modificar su estado de consciencia, su comportamiento o anular su voluntad. Lo que nos faltaba. Cuidado con los pinchazos que se puedan sentir en discotecas, verbena, fiestas y aglomeraciones, porque lo más seguro es que no sea cosa de un mosquito, más bien de un moscón, de un tarado sexual que solo puede alcanzar su objetivo por esa vía.

No hay que tomarse a broma esto de la sumisión química, como la denunciada por distintas mujeres durante los Sanfermines. Y no hay que tomárselo a broma porque según datos del Instituto Nacional de Toxicología, una de cada tres violaciones son llevadas a cabo bajo sumisión química. En los últimos cinco años, un 33% de las víctimas de agresión sexual dieron positivo en drogas, alcohol, ansiolíticos o fármacos sedantes. Cualquier fármaco es válido para el violador con el fin de consumar su ‘hazaña’. ¿Hasta cuándo van a tener que soportar, sobre todo las chicas jóvenes, este acoso y derribo?

Si cada vez que pillan y condenan a un violador procuraran dejarlo en la cárcel el mayor tiempo posible, a lo mejor se conseguía algo. Pero entre el fingido buen comportamiento, con la ayuda inestimable de algún psicólogo que yerra el tiro, y ciertos beneficios penitenciarios, pasan poco tiempo en la cárcel y, lo más doloroso, cuando salen, vuelven a reincidir. Una preguntita inocente, ¿acaso no hay una solución para el problema que se llama ‘castración química’? a lo mejor le parece muy brutote, es por ir en consonancia con la ‘sumisión química’.

Los síntomas no son nada agradables. Pérdida de equilibrio, problemas visuales, náuseas o vómitos, confusión o niebla mental, cefalea y, en algunos casos, incluso pérdida del conocimiento. Tremendo saber, que es difícil su detección mediante análisis. Esto es un sin parar y un sin vivir. Y siguen.

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