Cada quien seguirá llevando su máscara, de lo que esta semana nos podremos desposeer es de la mascarilla, la quirúrgica y la otra. Yo no sé si voy a saber desprenderme de ella. Ni siquiera sé si voy a reconocer a los que conozco o cuando les vea a cara descubierta me van a resultar auténticos desconocidos. Gracias a algún rasgo podré identificarlos. Yo solo sé que en tiempos de mascarilla he saludado a quienes no conozco y he dejado de saludar a quienes conozco. Los he equivocado inmisericordemente.

El uso de la mascarilla nos ha cambiado algunos rasgos faciales. O a lo mejor es que no recordamos bien el rostro de aquellos a los que no hemos vuelto a ver a cara descubierta. La ministra de Sanidad, Carolina Darias, nos ha dado la buena nueva que no todos han acogido de la misma manera. Hay quienes piensan que es demasiado pronto. Que en el exterior subsiste el peligro. A ver, toda esa gente que pasa a tu lado fumando y expeliendo bocanadas de humo en las que viaja de todo un poco y nada bueno son un peligro. Al aire libre le han dado carta blanca y no veo yo el aire tan libre si por tal entendemos limpio.

Para eso habrá que irse a Valorio o al campo de golf de Osorio Pinilla que ya es una realidad y una gozada para los golfistas, los de aquí y los que quieren venir de allí a sabiendas de que, ¡por fin!, Zamora capital cuenta con un campo de golf como Dios manda. ¡Por muchos años, Osorio! Tú eres de los que pasa por la vida haciendo el bien sin mirar a quien, aún a sabiendas de que entre algunos quién, la envidia está a la orden del día.

No me imagino jugando al golf con mascarilla. Si no se utiliza en el deporte que se practica en recintos cerrados, menos en campos abiertos, entre otras cosas porque no hay evidencia científica alguna que justifique la mascarilla en el exterior. Le participo una cosa, su uso nos ha evitado más de un catarro. Despotricamos de las vacunas, pero algo nos han protegidos para no acabar en el hoyo.

En muchos, en muchísimos casos, ha dejado al personal para el arrastre, con secuelas y con efectos desconocidos que nadie acierta a entender, ni el que los padece ni el que los diagnostica que se vuelve loco estudiando las posibles reacciones adversas. El uso de la mascarilla en el exterior, como medida de prudencia, no ha estado mal del todo. Cabe esperar que nada malo ocurra cuando de verdad entremos en la normalidad.