Síguenos en redes sociales:

Trivialidades y mediocridades

Los mensajes simples se traducen en la gran victoria de la lideresa del PP

Paseaba el registrador de la propiedad por la calle de Santa Clara, cuando, de repente, comenzaron a brotar de su clara y reluciente calva una especie de rayos gamma. A alguno podría parecerle que fueran modificaciones a la ley de sucesiones, y a otros el follón que se estaba montando con los arrendamientos urbanos. Pero de nada de eso se trataba. Simplemente iba pensando por qué había ganado la señora Ayuso las elecciones a la comunidad de Madrid de manera tan aplastante.

De los seis candidatos presentados, solo había uno que destacara de entre todos ellos. Y lo hacía en todo: en formación, en experiencia, en nivel cultural, en educación, en guardar respeto a los demás. Pero resultó que ese candidato fue el que peor resultado cosechó. Lo que vendría a decir que no era necesario ser el mejor preparado para ocupar el cargo de presidente de esa comunidad autónoma, sino tener un equipo que se dedicara, con fruición, a escribir ocurrencias y eslóganes que fueran quedando en el subconsciente de la gente.

Y es que, momentos antes, le había venido a la memoria el eslogan de “Libertad es ir por la calle y no encontrarte con tu ex”. Y rápidamente había caído en la cuenta de que él nunca podría gozar de tal libertad, ya que no tenía ninguna “ex” y, consecuentemente, por mucho que paseara por la calle no podría disfrutar del placer de no encontrársela. Pues bien, ese eslogan y algún otro de parecida profundidad y alcance eran casi lo único que había utilizado, como estrategia, la ganadora de las elecciones. Con esas simplezas había vencido, de manera abrumadora, la lideresa del partido que gustaba elaborar tan sesudas reflexiones.

Quiso la suerte que el registrador llegara a encontrarse de frente con un amigo de toda la vida que se ganaba el sustento como perito agrónomo. De la cabeza del amigo salían unos deslumbrantes rayos beta, lo que le hizo pensar que algo no le iba bien al perito.

El susodicho llegó a decirle que había pensado en detenerse en una terraza para tomar un refrigerio. Pero que luego había desistido de ello, pues él solía acompañarlo de una copita de vino tinto, y eso le separaba de la libertad, puesto que, según la ganadora madrileña, solo la cerveza garantizaba el placer de sentirse libre. Tal reflexión le había producido un bajón, de esos que cuesta poder recuperarse.

Tras un largo intercambio de impresiones, no les quedó otra que desdecirse de aquello que habían pensado el día antes. Aquello de que a la señora Ayuso la habría votado una panda de irreflexivos ciudadanos, o de seguidores de esos realitys que proliferan en una determinada cadena televisiva. Pero es que eran más de millón y medio los votos que había conseguido la presidenta. Casi la mitad de los emitidos, y no era razonable que, desde el punto de vista estadístico o sociológico, pudiera darse tal disparate.

Lo cierto es que, tras veintiséis años de gobiernos del PP, con algunas conductas no demasiado ejemplares, y con no pocos dirigentes procesados o en la cárcel, la Comunidad de Madrid se le sigue resistiendo al PSOE

Así que, ambos, llegaron a la conclusión que, si no era mérito de la ganadora, ni tampoco de los “sesudos” eslóganes, el aplastante triunfo debía de haber sido por demérito de la oposición, que no había sido capaz de contrarrestar las trivialidades con verdades, ni las mediocridades con datos y programas. De manera que fueron analizando, una por una, los resultados de las diferentes fuerzas que habían formado parte de aquella cruenta competencia. El partido de Más Madrid había aumentado los votos recibidos en las elecciones anteriores. Podemos, aun sin haber conseguido sus objetivos, también mejoró el número de votos. Solo el PSOE se había dado el baquetazo, viendo como sus votantes le habían abandonado, dejándolos con mucho menos escaños de los que obtuvieron en las elecciones de hace dos años.

Así pues, si el PSOE contaba con el representante más cualificado, cuál era el profesor y exministro Ángel Gabilondo ¿cómo es que había sido castigado de manera tan dura y fulminante? ¿Habría sido porque el líder supremo de su partido no ofrecía confianza, por venir diciendo hoy una cosa y mañana la contraria? ¿O por los devaneos del señor Sánchez con los simpatizantes de ETA? ¿Por los coqueteos con los independentistas catalanes? ¿O por haber gobernado coaligado con un señor, del que había llegado a decir que le impedía poder dormir tranquilo? Podía haber sido cualquiera de estos supuestos, como también algunas combinaciones de los mismos.

Recordaron también cómo la actual cúpula del partido había menospreciado los logros conseguidos por Felipe González. Cayeron también en la cuenta de que no les habían dado demasiado pábulo a las nuevas generaciones. De manera que los seguidores de los “felipistas” probablemente no llegaron siquiera ir a votar, y los de los segundos, quizás le habrían confiado sus votos a la joven formación de Errejón, escindida en su día de Podemos.

Lo cierto es que, tras veintiséis años de gobiernos del PP, con algunas conductas no demasiado ejemplares, y con no pocos dirigentes procesados o en la cárcel, la Comunidad de Madrid se le sigue resistiendo al PSOE. Más le valdría recapacitar, arreglar sus cuitas internas, y dejar de echarle la culpa al primero que pase por la calle Ferraz, o al mismísimo empedrado, si es que quiere algún día llegar a gobernar en aquella comunidad autónoma.

Perito y registrador se despidieron. Apretando el paso el uno. Alicaído el otro. Ambos en direcciones diferentes.

Pulsa para ver más contenido para ti