Qué empeño el de algunos en decir que no hay Semana Santa. ¿De dónde se lo han sacado? ¿Se han fijado bien en lo que reconoce el calendario? Hay Semana Santa. Lo que no hay, por segundo año consecutivo, son desfiles procesionales. El teatro callejero permanecerá vacío, sin la representación escultórica de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Las Hermandades y Cofradías de Zamora también ponen de manifiesto la realidad de la Semana Santa con multitud de celebraciones de puertas adentro de los templos de Zamora. Son muchos los actos de devoción programados. Solo que a esos actos acuden pocas personas.

No nos viene del todo mal esta otra forma de celebrar la Pasión, más recogida, más hacia los adentros, en definitiva, más íntima. Un poco menos de folclore nos puede hacer recapacitar sobre el verdadero sentido de esta celebración que algunos se empeñan en calificar de ‘hecho cultural’, para restarle la trascendencia religiosa que tiene. La que en verdad importa, la que todos los años nos une y reúne en torno a las devociones personales de cada quien.

Semana Santa es sinónimo de procesión, de calle, de pregón, de sonidos, de sabores, de aromas, de niños y de mayores, pero también es sinónimo de recogimiento, de plegaria, de introspección. Y este, al igual que el pasado año, estamos en la obligación de recordar más que nunca y de orar por ellos, a esa generación de hombres y de mujeres, cuántos de ellos anónimos, que ayudaron a levantar España y, después de años de sacrificios, de lucha constante, se fueron en la más absoluta soledad, cuántos de ellos marcados por el estigma del triaje, en residencias y en hospitales.

Nos debemos a todos ellos. Es a ellos a quien nos corresponde recordar. Es a ellos a quienes debemos tener presentes. Muy presentes, a lo largo y ancho de este rosario de misterios dolorosos, que en Zamora va del Viernes de Dolores al Domingo de Resurrección. Nunca vamos a estar tan cerca de nuestros Cristos y nuestras advocaciones marianas de la Semana Santa, que en los momentos de recogimiento, a solas con ellos, con nuestros pensamientos, nuestros recuerdos y nuestras oraciones.

Cabe esperar que todos seamos coherentes y consecuentes con la tremenda realidad que nos toca vivir. Que, luego, pasados estos días que se avecinan, no nos veamos obligados a cargar con pesadas cruces que nos pone en los hombros nuestra propia irresponsabilidad. Se puede disfrutar igual sin necesidad de cometer locuras que ahora están contraindicadas en el prospecto del día a día a causa del COVID. Hay Semana Santa, solo que diferente a la de otros años.