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Dicen que son la cultura, pues que lo demuestren

Hoy tengo que significarme en contra de quienes han firmado un manifiesto para mostrar su apoyo a un “colega”, el rapero Pablo Hasél

Dicen que son la cultura, pues que lo demuestren

Así como hace unos días me signifiqué haciendo constar mi adhesión al manifiesto que un grupo de políticos, intelectuales de prestigio, personalidades del mundo de la cultura, del derecho, del empresariado…etc., habían suscrito para pedir, o exigir al presidente del gobierno el cese fulminante de su vicepresidente segundo, por las reiteradas declaraciones que hizo en público, poniendo en entredicho la normalidad democrática de nuestro país (como todo el mundo debe saber, el Sr. Iglesias dijo: “En España no existe normalidad democrática plena, porque hay presos políticos y políticos exiliados…”). Hoy tengo que significarme en contra de quienes, arrogándose, una vez más, la representación del “mundo del arte y de la cultura en el Estado español” (por presuntuosos no habrán de quedar) han firmado un manifiesto para mostrar su apoyo a un “colega”, el rapero Pablo Hasél, y exigir su libertad, así como que se expulsen (no creo que éste sea el término más apropiado) del Código Penal este tipo de delitos que no hacen sino cercenar el derecho, no solo de libertad de expresión, sino de libertad ideológica y artística….etc. (según cita textual).

Al respecto, y en primer lugar, a pesar de lo que cada día, y de forma machacona, dicen y dicen quienes suscriben tal manifiesto, y otros muchos más que se dedican a cantar, a actuar o al desempeño de cualquier actividad relacionada con las artes escénicas, desearía puntualizar que “el mundo del arte y de la cultura”, como ellos denominan, es muchísimo más amplio de lo que quienes viven del “mundo del espectáculo” (así creo que está mejor expresado) quieren hacernos creer.

Si nos atenemos a lo que la Unesco entiende por cultura: “conjunto de rasgos y distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social, y que engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos inherentes al ser humano, sus sistemas de valores, sus tradiciones y creencias y las capacidades que le permiten adquirir conocimientos y reflexionar sobre sí mismo”; y a lo que a lo largo de la historia numerosos eruditos de lo antropológico, lo descriptivo, lo clásico, lo social e incluso de lo ideológico han ido haciendo patente acerca de lo que es cultura –la palabra cultura proviene del latín “cultus”, que significa “cultivado”, o sea, instruido, docto, sabio, educado, sensible, civilizado…etc.– bien podríamos decir que una persona es culta cuando posee muchos y variados conocimientos, aunque no los haya adquirido de forma académica, pues siempre ha habido y habrá personas muy cultas que de manera autodidacta han ido aprendiendo de la vida tanto o más de lo que se puede aprender en las escuelas o en los escenarios.

En consecuencia, y a mi juicio, los cantantes, los actores y cuantas personas viven del “mundo del espectáculo, o de las artes escénicas” no son ni más ni menos cultas que otras por el mero hecho de dedicarse a lo que se dedican (que ellas llaman cultura) pues, para que una persona pueda hacerse acreedora a tal distintivo, además de lo que sepa hacer para ganarse la vida, debe demostrar no solo otros conocimientos, que también, sino un talante y un saber estar que, aunque no se le note muncho, siempre le debería acompañar.

En el campo de las artes escénicas, o del espectáculo, como en todas las profesiones y demás disciplinas artísticas, solo a una minúscula parte de las personas que están en él se les puede atribuir el calificativo de cultas, porque no todas pueden acreditar los conocimientos, el talante y el saber estar que tal distinción requiere; por consiguiente, que nadie se arrogue títulos a los que no se haya hecho acreedor, porque muchos son los que están y lo pretenden, y muy pocos los que llegan y lo merecen, como en todo.

Dicho lo cual, por favor, señoras y señores firmantes del manifiesto en defensa de la libertad del ya considerado delincuente por la justicia, Pau Rivadulla, más conocido como “el rapero Hasél”, dejen de atribuirse “el todo” del mundo del arte y de la cultura porque, como mucho, no son más que una parte de lo que cultura significa.

Y, si lo consideran, dedíquense a estudiar, a observar y a analizar la naturaleza, las tradiciones, las creencias, los modos y costumbres de la sociedad en que habitan, que, seguro, llegarán a la conclusión de que no tienen más razón quienes más protestan y más gritan, sino quienes con más argumentos y conocimiento de causa saben hacerse respetar y ser merecedores del aprecio de la gran mayoría de los ciudadanos de bien.

Por todo lo expresado, y respecto a si es más o menos cuestionable que un ciudadano español que ha sido condenado por un tribunal de justicia a nueve meses de prisión, seis años de inhabilitación para ejercer cargo público y al pago de casi 30.000 euros de multa, por haber quedado demostrado, no solamente que cometió delitos de enaltecimiento del terrorismo, de injurias contra la Corona y las instituciones del Estado español, de incitación a la violencia contra las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, de agresión e intimidación contra un alcalde, un periodista, un testigo de un juicio en el que quedó absuelto un agente de la guardia urbana….etc., sino también, por cometerlos de manera encadenada y ser reincidente (¡Que “joya” de personaje!) Creo que, dado que vivimos en un Estado de derecho en el que las leyes se aplican a todos por igual (eso quiero pensar) mientras las actuaciones protagonizadas por el ciudadano Rivadulla hayan podido ser tipificadas como delito y consideradas motivo suficiente para que hayan recaído sobre él las penas aludidas, lo que deberían hacer quienes han suscrito el manifiesto en su defensa es: replantearse sus declaraciones, y dedicarse a cantar, a actuar, o a lo que tengan por conveniente para ganarse la vida, en lugar de ir por ahí “metiendo cizaña” pues, como ya he referido, no por mucho vociferar van a tener más razón que quienes conocen las leyes y tratan de aplicarlas con justicia.

Para que ustedes, mis estimados lectores, opinen sobre la procedencia o no de tal condena, les dejo algunas de las “lindezas” que, “cantando” o tuiteando, se atrevió a decir el rapero Hasel:

–Merece la pena que explote el coche de Patxi López.

–No me da pena tu tiro en la nuca pepero (¿no se referiría a Miguel Ángel Blanco?)

–Que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono.

–Pena de muerte a las infantas patéticas, por gastarse nuestra pasta en estética.

-¿Policías heridos? Mercenarios de mierda que asesinan con total impunidad.

–Las manifestaciones son necesarias pero no suficientes, apoyemos a los que han ido más allá…

–Guardia civil, pandilla de psicópatas que golpean y torturan a quienes exigimos nuestros derechos.

–Te voy a matar alcalde de mierda.

–Prefiero grapos que guapos. Mi hermano entra en la sede del PP gritando ¡Gora ETA! A mí no me venden el cuento de quienes son los malos, solo pienso en matarlos.

–Merece que le den un navajazo en el abdomen y lo cuelguen en una plaza.

Quienes considerándose cultos, quieran que se cambie la legislación para que los hechos por los que ha sido condenado el señor Rivadulla sean excluidos, que no “expulsados”, del Código Penal, lo que deben hacer es ir buscando a quienes puedan representarles e iniciar los trámites pertinentes, que para eso están las Cortes Generales.

A mí, que ni conocía la existencia del rapero Hasel, como no conozco la de casi ningún cantante de más acá de los ochenta, lo único que me preocupa y me indigna es que, para ir en contra de una sentencia, sean quienes sean los que deseen hacerlo, en lugar de utilizar los cauces legalmente establecidos, azucen a “la chusma de siempre”, es decir, a los grupos anti sistema, a los vándalos a sueldo, para que se manifiesten y se comporten como lo que son, unos bárbaros que se dedican a destrozar por destrozar todo lo que encuentran a su paso, a provocar a las fuerzas del orden y a campar por sus respetos sin tener ninguna consideración con toda esa gente de bien que “porque pasaban o estaban allí”, fueron víctimas de su “locura colectiva”.

¿Cuándo se le va a dar a esta “escoria social” el trato que se merece, para que tanto los que incitan a la violencia, como los que disfrutan haciendo daño y destrozando todo lo ajeno, no se vayan de rositas?

Y mientras tanto, el Sr. vicepresidente segundo del gobierno, el ínclito Pablo Iglesias, y su escudero Echenique, que tiempo atrás decían cosas parecidas a las que “cantaba” el rapero Hasel, y ahora no solo lo justifican sino que inducen a los más bestias para que se empleen a fondo……..piden el indulto para su otrora coleguita, y se quedan tan frescos.

¿Qué hará el Sr. Sánchez?... ¿Se lo concederá?... ¿O hará que todos juguemos a adivinos cuando él sigue a su aire?

¡País!

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