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Necesitamos ética en política (IV)

La democracia no es un régimen político que pueda justificarse por apariencias

Necesitamos ética en política (IV)

En una democracia parlamentaria, la participación de los ciudadanos no debería ser un problema, muy al contrario, debería ser algo completamente normal. Es más, la participación tenía que ser consustancial con el sistema. La Constitución señala que la soberanía reside en el pueblo, y sin un papel activo del mismo, los funcionamientos de las instituciones democráticas deberían resentirse. En el caso español el tema es doblemente importante, pues no solo afecta a la legalidad funcional del sistema, sino que índice en la postración moral que sufre el país, sin una participación masiva de los ciudadanos será difícil que los males que arrastramos los españoles se logren solucionar. La participación ciudadana es conveniente para las instituciones, tanto activamente como por medio del voto. De lo que sí hay que huir es de la concepción reduccionista que se tiene de la democracia a que los ciudadanos nos estamos acostumbrando a votar cada cuatro años las listas cerradas que nos proponen las burocracias y a la vez empleados de los partidos políticos (convertidos hoy en empresas de empleo).

La democracia no es un régimen político que pueda justificarse por apariencias. En España a fuerza de utilizar el término democracia como arma arrojadiza contra los oponentes, puede estar perdiendo fuerza. Máxime si se tiene en cuenta que quienes utilizan esta táctica suelen justificar actuaciones que tienen poco de democráticas. Hay, por eso, que aclarar conceptos, evitar la confusión reinante y recordar que el funcionamiento de la democracia tiene unas normas, unas mínimas exigencias éticas sin el cumplimiento de las mismas es difícil hablar de las existencias de un régimen democrático.

Todo Estado moderno dispone de un sistema de legalidad, pero solo el Estado de Derecho es aquel que la Ley limita la acción del Estado. Infinidad de catedráticos de Derechos señalan “no todo sistema de legalidad tiene que ser forzosamente un Estado de Derechos, ya que hay distintos sistemas de legalidad, pero sólo un tipo de Estado de Derecho”- Para ellos como expertos habría cuatro elementos considerados básicos del Estado de Derechos: 1º) Imperio de la Ley. 2º) Separación de poderes. 3º) Legalidad de la Administración y 4º) Derechos y libertades fundamentales.

La independencia del poder judicial frente a las “presiones “políticas, constituye, sin duda, la piedra angular del Estado de Derecho. La legalidad de la Administración implica igualmente ese sometimiento a la Ley, reflejado efectivamente en un sistema de control y responsabilidad de la Administración respecto a los particulares, cuya protección contra la arbitrariedad se encuentra en el “régimen jurídico de la Administración”.

La democracia hay que entenderla como construcción del Estado de Derecho. La política debe tener, de forma inevitable, una dimensión moral y girar en torno al pleno desarrollo de la personalidad humana. Siendo la potenciación de las cualidades morales del hombre una de las facetas más importantes a tener en cuenta. Los que mandan y los que obedecemos debemos colaborar a la realización del interés general, considerando como el conjunto de las condiciones económico-sociales necesarias para el desarrollo integral de la persona y de los grupos sociales en los que el hombre y las mujeres nos hallamos insertos. Nuestra dignidad como seres humanos radica en poder vivir y ejercer la libertad. Por tanto, el Estado de Derecho, es su garantía y protección, entraña una dimensión éticamente valorable. De hecho, quienes aprecian la libertad tanto como aman la vida misma, valoran también los procedimientos y técnicas que la protegen y estima el Estado de Derecho. “Tenemos que celebrar y demandar los valores democráticos, como la libertad y la igualdad, así como desechar los insultos para tener una convivencia pacífica y solidaria”

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