Y de la vergüenza. Las colas que esta crisis está dejando tras de sí con gente que vive al día y que de la noche a la mañana se han visto sin ingresos y con una familia que alimentar, nos están sonrojando y poniendo el vello de punta. Son las barbas del vecino que estamos viendo pelar. Las colas del hambre y de la vergüenza en barrios de Madrid y de otras tantas ciudades españolas. Zamora no es ajena a la aparición de estas colas del hambre que se hacen visibles a las puertas de Cáritas.

La impotencia se refleja en el rostro y en el ánimo de muchos zamoranos que no se pueden creer lo que ven. En este aspecto las ciudades se asemejan. El zarpazo del hambre y el de la enfermedad son insoportables y si hay que hacer siete horas o diez, para recibir una bolsa de comida, se hacen de un tirón y sin rechistar. Esta situación no la calibró nadie. Ni estaban preparados ni nos prepararon para este contexto. Ha pillado a todos con el paso cambiado y preocupados por la preocupación común pero también por otras cosas que nada tienen que ver con esa preocupación.

Los insolidarios políticos lo tienen todo resuelto. No han dejado de cobrar su sueldo, ni aún con las puertas de sus cómodos trabajos cerradas. Para ellos, ni Ertes, ni paro, ni gaitas. Ni uno sólo ha hecho el gesto de echarse la mano al bolsillo. Sería bueno que Europa, esa Europa común a la que pertenecemos, salvo que Iglesias diga lo contario, ordenara tajantemente que España suprimiera el escandaloso número de políticos y apesebrados que se lo llevan crudo todos los meses.

Siete horas o más de espera en las colas del hambre y de la vergüenza, para llevarse un paquete de arroz, una botella de aceite, huevos, harina y un puñado de judías verdes y de manzanas. Los más afortunados, los primeros en llegar, además pueden llevarse un kilo de pollo. Si son muchos en casa, no tocan ni a un trocico de ala. De esto nada se dice, no hay imágenes en las teles no vaya a ser que las comparaciones con Venezuela solivianten a la narcotizada sociedad española. En Zamora tenemos que organizarnos de alguna manera para evitar esas colas infames y la humillación que supone para quienes aguardan pacientemente su turno.

Del drama social no se dice ni pio, pero existe. Se representa todos los días en los barrios pobres de Madrid y de otras ciudades de España. Son colas interminables que comparten jóvenes, niños y ancianos de 80 años. ¡Por favor!