Mucho se ha debatido en los últimos meses sobre los cambios que deben introducirse en la Atención Primaria (AP) en Castilla y León para acomodar las necesidades de los pacientes a la grave carencia de médicos que padece nuestra comunidad, sobre todo en el entorno rural. Pero donde ese debate ha adquirido carta de naturaleza ha sido en la comarca zamorana de Aliste, con la propuesta de un Plan Piloto específico que contempla un cambio organizativo, a nuestro entender, de dudosa viabilidad.

Que se necesita un cambio, no se pone en duda; al envejecimiento, la dispersión y la cronicidad se añade la despoblación creciente que, junto con las carencias en infraestructuras, recursos tecnológicos y fundamentalmente la carencia de profesionales hacen que las prestaciones que puede ofrecer un sistema sanitario moderno no estén llegando a los ciudadanos de forma adecuada.

En este Plan Piloto se parte de unas premisas que no se dan en la realidad y que, de ponerse en marcha este proyecto organizativo, haría que prácticamente todos los días se estuviese alterando la planificación prevista, lo que impedirá su evaluación y, por tanto, sacar las conclusiones que permitiesen, caso de ser positivas, seguir avanzando, consolidar esa experiencia y extenderla a otras zonas de nuestra comunidad autónoma, que eso es lo que se pretende con un plan piloto.

De entrada, la plantilla de médicos no está completa. Faltan médicos de equipo y las tres cuartas partes de los médicos de área y, por el momento, no se vislumbran nuevas incorporaciones. Con estos efectivos es imposible conseguir los objetivos que a bombo y platillo se han ido anunciando y que, de no conseguirse, solo generarían frustración entre la ciudadanía y desconfianza y mayor resistencia a participar en futuros proyectos. Tampoco, por mucho que se diga, satisface a los profesionales, a los que sobrecarga con nuevas responsabilidades y servidumbres. Así es difícil, tanto fidelizar a los que ya se tiene, como atraer nuevas incorporaciones.

Si a esto añadimos la excesiva politización, demagogia y populismo en que se mueve el debate sanitario, se comprenderá que entramos en una peligrosa espiral que en nada ayuda a solucionar los problemas que todos reconocemos y que solo se rompería con un verdadero pacto por la sanidad, pacto en el que seguro que todos tenemos algo que decir.

Por todo ello, con el viejo refrán castellano de "vísteme despacio que tengo prisa" pedimos a la Consejera de Sanidad que reconsidere los plazos y la forma de implantación del plan; que aproveche alguno de sus elementos para ir avanzando y ganando la confianza de la población y de los profesionales, pilotando la viabilidad de herramientas como puede ser la cita previa y la adecuación de la frecuentación a lo previsto en la Orden de 15 de abril de 1991, por la que se aprueba el modelo de reglamento de funcionamiento de los EAP de Castilla y León, sin olvidar que sin una financiación adecuada, que solvente parte de las carencias que tiene Aliste, nada será posible.