Resulta que, hace unos días, fueron las fiestas locales de Vicálvaro, uno de los 21 distritos municipales de la ciudad de Madrid, y en ese tipo de fiestas nadie puede evitar que aparezca algún "gracioso" o mal educado con ganas de provocar. En este caso, al parecer, fue un grupo de jóvenes quienes tuvieron la idea de meterse con el nuevo alcalde de la ciudad, José Luis Martínez Almeida. Y no se les ocurrió otra cosa que lucir unas pegatinas con la imagen del alcalde y un texto que venía decir "Almeida, cara polla". Y quiso el destino que apareciera por allí un policía municipal que haciendo uso de su autoridad tomó los datos de uno de los jóvenes y procedió a denunciarlo. Pero claro, con lo que no debió contar el policía era con el efecto propagador que tienen estas cosas en las mal llamadas redes sociales, y en un pispás, el improperio llegó a cientos de miles de personas, de manera que la imagen del rostro del alcalde, acompañada del grosero eslogan, ha recorrido la geografía española, siendo noticia en algunos medios. De manera que un hecho que no debió trascender por su simpleza y estulticia ha pasado a ser motivo de cachondeo general para algunos y de indignación para otros. Y en ambos casos la imagen del nuevo alcalde no ha salido nada favorecida, aunque no haya tenido nada que ver en ello.

Y es que ya es mala suerte que policía y provocador llegaran a coincidir en tiempo y lugar, en medio del bullicio de unas fiestas, porque de no haber sido así, nada habría trascendido, ni se hubiera difundido y ninguna polémica se habría suscitado. Pero, como es éste un país al que le gusta ver ciertos programas de Telecinco no tiene por qué sorprender que lo de "cara polla" le haya hecho gracia a mucha gente, y que ese insulto, a base de repetirse, corra el peligro de convertirse en un mote que acompañe al nuevo alcalde a lo largo de su legislatura.

Lo que no deja de sorprender es que, ante un hecho aislado, en el que unos practicantes de la grosería política han agraviado a una determinada persona, haya intervenido la policía, sin haber mediado, que se sepa, ninguna denuncia, como suele suceder en otros casos. Porque las ofensas, insultos y escarnios a distintos personajes, ya sean éstos conocidos, menos conocidos o desconocidos, se encuentran a la orden del día en España, y ni policía, ni justicia, muestran demasiado interés en intervenir contra quienes las protagonizan. De hecho, hay un presidente autonómico, defensor del pensamiento único - siempre que sea el suyo - al que no le importa rozar, a veces, los límites de la xenofobia, llamando "inmundicia", "aniquiladores", "tarados", "sinvergüenzas" y "bestias carroñeras" a cuarenta y tantos millones de españoles y, que se sepa, ningún mosso, guardia urbano, u otro tipo de autoridad, ha llegado a actuar tomándole la filiación, o procediendo a cursar la correspondiente denuncia. De manera que, con precedentes como éste y otros similares, protagonizados por distintos autores, con diferentes estilos, no ayudan a que la gente se conciencie que no se puede ir por la vida insultando a quien a uno le venga en gana.

Para atacar, criticar o denunciar basta con disentir de lo que el personaje hace, dice o promueve, argumentando los porqués, sin que sea necesario el uso de la grosería, la ordinariez o el mal gusto, incluso cuando el individuo en cuestión pueda dar pie a ello. En el caso del alcalde de Madrid, hubiera bastado con preguntarle en que libro de "Física" había leído que el aumento del número de motores en combustión, en una determinada área, mejora las condiciones medioambientales, como hizo público, la pasada semana, un organismo municipal de la villa y corte, que él regenta y dirige, o recomendarle leer el mordaz chiste de "El Roto" en el que, con relación al caso de "Madrid Central" viene a decir que "Un ciudadano es un estorbo entre dos coches"

Volviendo al caso de la pegatina "Cara polla", sorprende que habiendo en Madrid algo mas de 6.000 policías municipales, distribuidos en 21 distritos (Le tocarán menos de 300 a Vicálvaro) y en Cataluña más de 16.000 mossos de escuadra y varios miles de guardias urbanos, "los 300 de Vicálvaro" hayan sido capaces de detectar un caso de injurias al alcalde, mientras que los otros miles no hayan sido capaces de enterarse de las ofensas del presidente de la Generalitat a más de cuarenta millones de ciudadanos.

Algún bien pensado podrá decir que los municipales de Vicálvaro son más eficaces que los mossos y que la guardia urbana de Cataluña, y otros muchos opinarán de otra manera. A eso conduce el hecho que se produzcan actuaciones diferentes sobre hechos de similar estilo, en las que, en unos casos alguien sale al paso, y en otros se prefiere hacer el "Don Tancredo".