En los últimos días hemos ocupado más espacio en los medios de comunicación de la provincia por discrepancias internas que por haber ganado las elecciones generales, las autonómicas y las europeas y un buen número de alcaldías. En un partido político abierto como el PSOE en el que la demanda a los líderes de la institución para que arreglen las situaciones sociales es incesante, las discrepancias surgen del debate continuo interno, lo que nos sorprende es que, la discrepancia, lejos de reparar la situación creada, haya prevalecido la fibra emocional que parece activarse automáticamente. Estoy seguro que la peor manera de afrontar una situación de conflicto interno es recurrir a los medios de comunicación que, se han creado para dar las noticias no para hacer de jueces de paz.

Es claro que los españoles en las pasadas elecciones han confiado en el mensaje socialista que con su voto han tratado de deshacer el entuerto político creado por el Gobierno de Rajoy en algo tan deleznable como la corrupción. Los españoles han votado un programa de gobierno no la estructura del Partido Socialista. Cómo nos organizamos internamente a los electores les importa un rábano, confían en que para cada puesto elijamos a los mejores. Pues claro que nunca lo conseguiremos al cien por cien porque incluso las primarias las "carga el diablo", lo importante siempre es que aquellos que hayan sido elegidos sean personas comprometidas con el proyecto político del partido. Los socialistas españoles durante ciento cuarenta años han demostrado que pueden trabajar juntos y ese ha sido el fundamento de la reciente campaña electoral, les hemos prometido a los españoles que íbamos a intentar resolver sus problemas no cómo nos vamos a organizar.

Esto son dos cosas distintas.

El socialismo es una doctrina que consiste en ejercer la política de tal modo que los ciudadanos sean protegidos en las situaciones adversas independientemente de su condición social, de sus creencias religiosas, el color de su piel o del lugar de procedencia. En una palabra, hacer una sociedad en la que cada individuo pueda contribuir con su inteligencia y con su esfuerzo al bien común. Este ideal no tiene nada que ver con la connotación peyorativa del comunismo. En el socialismo la creación de la cultura y la riqueza son fundamentales para el desarrollo de la sociedad, no la del economicismo contagiado de liberalismo.

Para alcanzar los criterios de convergencia, el socialismo exalta los modos de redistribución de la riqueza desde el Gobierno, incluidos los derechos sociales, como la protección de la salud, la de las mujeres contra la violencia de género, los matrimonios entre personas del mismo sexo, protección del menor, ayuda a la dependencia, etc. Es decir, todo lo que contiene la Constitución de 1978, un Estado social y democrático de Derecho que no ha podido ser desarrollado plenamente.

La organización política es una estructura organizada y jerarquizada que constituye el instrumento para ejercer el control de los medios que la sociedad pone a disposición del Partido, no es una construcción intelectual fantástica. Los partidos políticos son la segunda institución de los Estados creadores de disciplina. La primera es el Ejército, la segunda son los partidos políticos. En uno y otro se acepta que el formar parte de la institución es acatar las normas jerárquicas y disciplinarias internas siendo libre de entrar a formar parte de ellas o de causar baja a tu libre albedrío. La organización interna de los partidos políticos no es un tema que se someta a votación de los ciudadanos en los procesos electorales.

Me queda el último pensamiento: ¿Acaso no deberíamos reflexionar de cuántos electores nos habrían votado si nos presentáramos sin las siglas del PSOE? Las plataformas locales no me parece que sean la solución de los problemas universales.