Siempre es aconsejable el viajar, para conocer nuevas personas, monumentos, paisajes, sitios históricos, artísticos o arqueológicos, etc., pues es una de las formas de aprender más sobre el mundo en que habitamos, especialmente en lo que se refiere a la cultura, a sus gentes en relación con lo que piensan, con su forma de ser y de actuar, por los motivos de sus comportamientos, etc., lo que implica, entre otras cosas, su mejor comprensión y respeto de sus sentires y, además, nos permite compararnos con nuestra propia idiosincrasia que, casi seguro, sacaremos conclusiones que debieran hacernos pensar, reflexionar y poner en práctica aquellos comportamientos y formas de ser mejor que los propios, tanto en los ámbitos profesionales como personales.

Y es que, por ejemplo, la tan cacareada "austeridad castellana", no debiera confundirse con la antipatía, la soberbia, la falta del sentido del humor, la carencia de afán de servicio y predisposición hacía los demás, la pasividad, el espíritu "senequista", la conformidad con las circunstancias personales y no esforzarse en superarlas, el no tener afán de superación, el manifestar "esto es lo que hay" y demás "lindezas" por el estilo. Todo este tipo de comportamientos, tan habituales por estos "lares" explican, de alguna manera, su situación socio-económica y empresarial, como la escasa calidad de las relaciones humanas las cuales son fundamentales para lograr una óptima convivencia, respeto recíproco, trabajo en equipo, logro de objetivos comunes de grupos y organizaciones, etc.

Es por ello, que es preciso analizar las actitudes y aptitudes, muchas veces "manifiestamente mejorables"; por ejemplo, en relación con la clientela; con los "jefes" como suele decir D. Juan Roig, dueño de Mercadona; pues gracias a ella, que entra en los establecimientos mercantiles, posibilita su existencia, la cifra de negocios, los beneficios, el empleo, la población, la contribución a las "arcas públicas" para financiar obras y servicios públicos, etc. Por ello hay que evitar, entre otros muchísimos comportamientos negativos en las relaciones cliente-vendedor, la falta de consideración hacía el que "paga", las falsas confianzas, el tuteo; cuando, como en la inmensa mayoría de las veces, no hay una relación de auténtica amistad que lo justifique; y no digamos expresiones soeces y sin venir a cuento como es "que vas a tu bola", u otras "lindezas" por el estilo; o no servirle con un mínimo de educación y respeto, cuando no con la más elemental falta de la una y del otro, cuando mienten, cuando carecen del más elemental sentido de la humanidad y del agradecimiento; sobre todo en el ámbito de la hostelería y restauración, cuando el que accede a esos servicios, lo hace casi a diario, y suele surgir un conocimiento, aunque superficial e inevitable, entre el que sirve y es servido.

Y es que la educación, cuando existe, y la profesionalidad, ambas tan escasísimas, debieran ser consustanciales en todo trabajador, empresario y servidor público, para que la simpatía, la amabilidad, la comprensión, la ayuda, el asesoramiento, el confort de las instalaciones, etc., al que gracia a "ellos", "comen", sea una realidad, que haga más útil, eficaz, eficiente, satisfactoria y resolutiva de las demandas y necesidades de la clientela; con lo que se contribuirá a hacer "marca" de prestigio tan imprescindible en el mantenimiento y crecimiento de la profesión, de los negocios, de la propia imagen, reputación y opinión ajena.

Consecuentemente, los titulares y personal de los establecimientos, entre otras muchísimas conductas reprobables, por ejemplo, han de desterrar las de cerrarlos cuando les parece, sin respetar los horarios aprobados administrativamente; el no intentar atraer al cliente, pues "el que quiera que venga"; la existencia de oferta escasa, y no intentar localizar el producto que demanda el cliente o el manifestar que lo buscará y luego no lo hace; fijar precios no competitivos respecto a los de otras ciudades cercanas, etc.

Así, se explica, en parte, los locales cerrados, la pérdida de población activa, el nivel de desempleo, etc., y es que muchos empresarios y dependientes no se han enterados que hay una inmensidad de productos que se pueden adquirir por Internet y los entregan en el domicilio, con precios muy atractivos, con rapidez y diligencia, con un servicio post-venta óptimo, en lo que a la posible devolución del producto se refiere, etc.

Practiquen el "benchmarking", supérense, tengan empatía, educación y respeto, como lo que desean recibir de los demás. Estamos en el siglo XXI en el que la información de que dispone el cliente es total sobre el funcionamiento de las empresas y su personal, lo que conlleva que de su reputación depende su existencia. Además ellos son también clientes de otras, examinen como les tratan y "aplíquense el cuento".