Lo ha dicho abiertamente Quim Torra, en una entrevista concedida a un diario alemán: "la meta del movimiento soberanista catalán sigue siendo crear una república independiente y el regreso de Carles Puigdemont". Ya no se esconden, no lo han hecho nunca, ya no utilizan rodeos, florituras y circunloquios para decirle a España y al mundo cuál es el objetivo, cuál es la meta del soberanismo catalán. Por eso se entiende peor que en el Gobierno de España y aún en la oposición, haya alguien que todavía crea, que todavía piense que el diálogo es posible y que merced al diálogo se puede hacer rectificar a esta gente en un clima de concordia y entendimiento.

Esta gente pasa de la Constitución, esta gente pasa de España, esta gente pasa del diálogo. Esta gente lo único que quiere es romper la unidad de España, por eso, frente a las ínfulas soberanistas, firmeza, mucha firmeza, ni un solo resquicio de flaqueza que ellos puedan aprovechar. De ahí que no se entienda la contumacia de Sánchez que no hace más que ofrecerles en bandeja lo que es imposible darles: la ruptura de España. Porque ellos lo digan. Basta que se pongan tan farrucos para que el resto de españoles nos empeñemos en lo contrario.

Se ha hablado de realizar un referéndum para que los españoles hablemos. Cada vez eran más las voces que los mandaban a tomar por el saco. Ahora, en estos momentos, no. Ante su insistencia, mayores cotas de firmeza nacional. No puedo entender cómo los catalanes, a quienes siempre he considerado un pueblo inteligente, puedan apostar por dos imbéciles, lo llevan escrito en la cara, como Puigdemont y Torra. Son Guatemala y Guatepeor. Sánchez no puede tratarle como a un igual. Eso podrá hacerlo con Macron, Merkel o Trump, con Macri, con Trudeau primer ministro de Canadá, o con Morrison, primer ministro de Australia, pero no con el presidente de una comunidad autónoma, por mucho que esa comunidad autónoma sea Cataluña.

Se les ha consentido tanto, se les ha perdonado tanto, se ha callado interesadamente tanto de lo mucho que se sabía, quizá por ambas partes, que ahora se recogen los frutos. Torra, que se ha plantado en Madrid, en el primer día del juicio del 'procés', desafiante e incluso chulesco, ha dicho al mismo diario que quieren "la libertad de los presos porque son inocentes". O sea, que la rebelión, la sedición ha dejado de ser un delito, siempre y cuando provenga del independentismo catalán. Es un delito imperdonable. Y sólo espero y deseo que al juez Marchena no le tiemble el pulso, que se haga justicia y que se demuestre que España es un país democráticamente fuerte y que la separación de poderes no es una quimera.

Mientras Junqueras y demás compañeros de sedición son juzgados, Puigdemont acude a presentar un documental a Berlín. No hay ni un solo independentista con dos dedos de frente para ver lo injusto de la situación entre los propios independentistas. Mientras unos responden a la Justicia, otro se lo pasa bomba viajando gratis por toda Europa, y eso que la pela es la pela, sobre todo para esta gente, pero como manejan dinero español, les importa un bledo. España proveerá. Rebelión, sedición y malversación de fondos públicos relacionados con el 1-O son delitos enormes. Por el tercero de los delitos otros pagan en prisión sin que nadie se haya molestado por ello. Todo el que la haga, que la pague, sea de izquierdas, de derechas, de centro o actúe en ambos extremos.