La parte racional de mi mente confía más en los datos fríos de las estadísticas y en el cálido análisis que de los mismos se puede hacer que en el advenimiento de los milagros. Aunque comparto con el psicólogo, lingüista y escritor canadiense Steven Pinker ("La tabla rasa", 2002) la convicción de que el elemento biológico tiene tanta influencia en muchos aspectos de nuestro carácter como el aprendizaje cultural, pienso que la experiencia manda sobre nosotros y condiciona nuestros pensamientos y actitudes ante la vida de manera notable. Solo una vez pedí, esperé, anhelé un milagro y conmigo mucha gente pidió por él en más puntos del globo de los que se puedan imaginar, sin éxito alguno, así que tras ese ciento por ciento de efectividad, no hay una sola sinapsis en el juego de mis neuronas que apunte en la dirección de los milagros.

Picasso, que no es precisamente de los creadores con menos obra ni de menos calidad, decía confiar en la inspiración pero añadía que precisamente por eso trataba de que cuando ésta le llegase lo pillara trabajando. En España, tierra fértil en discursos de barra y tratados filosóficos de corrillo y tertulia solanera mantenemos como uno de nuestros proverbios de cabecera aquel de que "a Dios rogando y con el mazo dando" que, como ajustadamente describe la biblioteca del Centro Virtual Cervantes, significa que cuando deseamos algo, está bien encomendarse a Dios, a la Providencia -o a los astros, añadiría yo- pero haciendo a la vez todo lo que esté en nuestra mano por lograr lo que pretendemos.

Sus Majestades de Oriente, a los que serví de embajador, hizo ayer 23 años, labor por la que me premiaron aquel día con el mejor regalo de mi vida, han anticipado este año su llegada a Zamora de la mano de la plataforma Viriatos, sabiendo bien lo necesitados que estamos de magia e inspiración para descongelar nuestros gélidos datos socioeconómicos y apaciguar las quemaduras que en la piel de nuestra provincia provoca cualquier análisis de los mismos. El viernes recogían en el centro de la capital los deseos de los zamoranos y allí mismo les era entregado por la plataforma en forma de carta el deseo que hoy da título a esta columna, un milagro para Zamora.

Una buena iniciativa, como las que vienen desarrollando en estos meses desde su germinación en el seno de la sociedad y el pequeño comercio y que se añade a la otra gran iniciativa de la sociedad civil zamorana, Zamora 10. Dos formas complementarias de favorecer que el día que la inspiración llegue nos pille trabajando y de que los mensajes, enviados en botellas o entregados en mano, surtan su efecto. Mi deseo para el año que comenzamos no es de más milagro que el del día a día, y de que todos nos apliquemos, cada uno desde el ámbito en el que estemos, para dar con el mazo, a las negras pero aún no irreversibles inercias que sumergen a Zamora en el abismo. Salud y fuerza, amigos.

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