Pues sí, aquí estamos, despidiendo el 2018 y esperando, como agua de mayo, la entrada de un nuevo año, con todas las incertidumbres que supone un tránsito de estas características. Llegados a este punto del camino, lo habitual es hacer balance de lo vivido durante los últimos 365 días e imaginar también lo que queremos y deseamos para cada una de las 52 semanas que nos esperan a la vuelta de la esquina. Del balance del último año podemos encontrar de casi todo: desde momentos de gloria que con solo recordar te provocan una sonrisa o te reportan una sensación de profundo bienestar, hasta múltiples circunstancias que desearíamos pasar por alto y olvidar para siempre. Aunque parezca mentira, en la vida cotidiana encontramos instantes maravillosos y tristes, acontecimientos que te levantan el ánimo y percances que te pueden hundir para siempre. Por eso es tan importante saber que quienes son conscientes de esta dicotomía se encuentran en mejor disposición para encarar los altibajos y las penalidades del discurrir de los días.

No obstante, aunque la vida sea un carrusel permanente de sucesos, incidencias, novedades e imprevistos, el impacto de los mismos no siempre se viven y sienten de igual manera entre las personas, por mucho que algunos piensen que todos somos iguales y que, por consiguiente, allá cada cual con los efectos que puedan tener sobre su vida cotidiana. Pongan el ejemplo que quieran encima de la mesa e imaginen cómo afectará tal o cual hecho a un niño o una niña según como sea su origen familiar y las circunstancias de su entorno más próximo. Recuerden que la semana pasada les atiborraba, de manera intencionada, con una larga retahíla de preguntas incómodas. Dado que durante estos días es habitual desearnos buenos deseos de paz y alegría, no viene mal, sin embargo, formular algunos interrogantes para remover conciencias y descubrir que a nuestro alrededor viven muchas personas que no pueden disfrutar de los mismos derechos, privilegios o beneficios que el resto. Y todo por culpa de los efectos perniciosos de la desigualdad social.

¿Se imaginan cómo hubiera sido 2018 y cómo puede ser 2019 si realmente pensáramos en estas cosas? Estoy convencido que muchísimo mejor de lo que hemos vivido hasta ahora y de lo que vamos a disfrutar en el camino que tenemos por delante. Y lo digo también por una lección que les resultará familiar y que volví a aprender el otro día. En una entrevista a un personaje de reconocido prestigio, ya jubilado, con muchísimo poder económico y, por ende, político en este país, cuando el periodista le preguntó con qué se quedaría de su larga trayectoria vital, la respuesta fue escueta y al mismo tiempo muy esclarecedora: con la compañía de los demás, dijo. Aunque su afirmación no suponga ninguna novedad y se corresponda con lo que piensan la inmensa mayoría de las personas cuando huelen el fin de sus días, ¿por qué tenemos que esperar tanto a valorar la compañía y la importancia de los demás? Por tanto, si la compañía del otro es la clave para nuestro crecimiento personal y colectivo, ya saben: búsquenla en 2019. Aún están a tiempo.