Durante los meses de verano la oferta cultural en los pueblos de la provincia de Zamora se convierte en una gran atracción para quienes gustan conocer y saborear las tradiciones, recuperar las raíces o simplemente deleitarse con una ración de actividades de lo más diversas que uno pueda imaginar. Lo que ahora conocemos poco tiene que ver con lo que sucede durante el resto del año, que, salvo honrosas excepciones y en momentos muy puntuales, las propuestas culturales brillan por su ausencia. Durante julio y agosto, sin embargo, uno puede elegir entre decenas de pueblos y cientos de actividades para pasar una buena tarde o una maravillosa noche disfrutando de teatro, cine al aire libre, exposiciones, ferias, mercadillos, conferencias, bailes y juegos tradicionales, presentaciones de revistas o libros, comidas populares, etc. Cualquier ingrediente cultural sirve para conseguir, al menos en teoría y durante unos cuantos días, que los pueblos puedan recuperar algunas dosis de la vitalidad de otras épocas y momentos no tan lejanos.

Cada vez son más las localidades y asociaciones culturales que se esfuerzan por aprovechar la llegada de nuevos residentes, ofreciendo un coctel de actividades que sirva para recordar el pasado y reforzar, si aún fuera posible, los vínculos sociales. En esta semana, por ejemplo, hemos conocido el programa de representaciones teatrales que la Federación Espigas de asociaciones culturales de Tierra de Campos, Tierra de Pan y Norte Duero va a realizar en diez pueblos de su radio de acción. El éxito estará garantizado porque el teatro sigue siendo un instrumento de diversión muy atractivo y, al mismo tiempo, de comunicación muy potente. Yo asistiré como espectador a alguna de las representaciones previstas, pues el teatro ha sido y sigue siendo una de mis grandes aficiones. Pero también se ha difundido el programa de La Mayuela, asociación sayaguesa que, un año más, vuelve a predicar con el ejemplo. Y lo mismo podemos decir del proyecto cultural que el alcalde de Sejas de Sanabria, el amigo Toribio, está desplegando en su pueblo.

Son algunos ejemplos que he recopilado durante la última semana. Hay más, lo sé. Lo importante, sin embargo, es quedarnos con la copla de lo bien que se hacen estas cosas en muchos pueblos, disfrutar de las actividades que se nos brindan por los cuatro puntos cardinales de la geografía provincial y, si se puede, ir más allá. Porque durante el resto del año también deberían ofertarse programas culturales de manera habitual. Los ciudadanos del mundo rural se merecen disfrutar durante el otoño o el invierno, esos meses que algunos consideran tan tristes, de una oferta cultural que les ayude a salir de la monotonía. Podemos y debemos hacerlo. Lo importante es mirar en el espejo y aprender la lección de aquellas localidades que, incluso teniendo pocos habitantes, son capaces de organizar actividades culturales durante todo el año. Que un pueblo, por minúsculo que sea, pueda saborear este tipo de eventos está al alcance de nuestras manos. Y reitero, de nuevo, que la Universidad de Salamanca debería hacer mucho más en el este campo.