Hace unas semanas leí un artículo sobre el antinatalismo que indicaba que cada vez más personas se oponen a la procreación por motivos éticos y ecológicos. Uno de los motivos es que la existencia humana conlleva mucho dolor y sufrimiento, por eso es un error traer nuevos seres humanos al mundo. Los defensores de esta postura dicen que nuestro mundo está superpoblado y sobra gente, que vivir es sufrir y por eso el que no existe no sufre. Esta postura no solo lleva a no tener hijos, sino a esterilizarse para asegurarse de no hacer sufrir a nadie más. A este pensamiento contra la vida se suman otros presentes en nuestra cultura, como el aborto o la eutanasia. Puede ser natural para los seres humanos seguir lo que la cultura les enseña, pero en medio de la nuestra hay signos que priman el valor de la vida, como hace unos días en los premios Grammy: la cantante Joy Villa llevaba un vestido blanco que terminaba con un dibujo de un feto dentro de una placenta y un bolso con el lema "Choose life" (Elige la vida). O como la cultura africana, en la que los bebes son signo de esperanza, una promesa de vida e impulso para trabajar por un futuro mejor.

Preguntarnos qué sentido tiene nuestra vida, por qué estamos aquí y cuál es nuestro destino, nos llevará a descubrir un sentido a nuestra existencia más allá de los límites de lo físico. Víctor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, sobrevivió como prisionero en un campo de concentración nazi, comprobando que todo ser humano puede encontrar una razón para vivir, incluso en condiciones de mucho sufrimiento. El hombre que acepta su destino permite que su vida adquiera un sentido más profundo, puede decidir conservar su valor, su dignidad y su generosidad. Debemos valorar la vida, porque no es un sufrimiento, ni una desgracia, sino un gran regalo transmitido. Debemos intentar construir una "cultura de la vida" para formar una sociedad que valore la vida humana, que respete la dignidad de las personas y que defienda los derechos de todos los seres humanos. Una sociedad que prime el ser sobre el tener, que no promueva el hedonismo y el egoísmo, sino que sepa reconocer la vida como un regalo, algo que nos es dado y que merece la pena ser vivida. Debemos decir "sí" a la vida, pues toda vida humana merece ser defendida y promovida. El "sí" del cristiano es el "sí" a la vida, ya que Cristo en la cruz dijo el gran "sí" a la vida en el tiempo y para la eternidad.