Ahora que estamos tan asustados, y con razón, por la galopante despoblación en Zamora y, sobre todo, en las zonas agrícolas, habrá que reivindicar e inventariar cuanto antes tanto el habla como otras manifestaciones culturales. Es incuestionable que van desapareciendo al mismo ritmo que las personas y, como dice un viejo proverbio castellano, "pa luego es tarde".

Se han hecho algunos esfuerzos notables para recopilar este legado, casi siempre sin ningún tipo de ayuda institucional. Yo mismo he recogido más de tres mil palabras y expresiones coloquiales en la Tierra del Pan, particularmente en Pajares de la Lampreana. Ha sido un trabajo ímprobo, poco reconocido, pero de todos modos gratificante. He publicado dos volúmenes (uno en el año 2000 y otro en 2009), que he ido enriqueciendo con nuevas entradas. Sueño todavía con que algún día se pueda editar un solo volumen con todas las palabras, enriquecidas con aportaciones etnográficas, sociolingüísticas y léxicos comparativos.

La edición del primer volumen la pagué de mi bolsillo; el segundo volumen lo editó Comunicación Social, que tenía entonces su sede en Manganeses de la Lampreana, y cobré por derechos de autor unos 150 euros. No me lamento de ello. Quiero tan solo subrayar que estas investigaciones, que exigen muchas horas de trabajo y un cuantioso gasto en la adquisición de léxicos de otras provincias (he consultado unos cincuenta de la A la Zeta), se hacen por amor a un legado cultural, que es el mejor patrimonio heredado de nuestros antepasados.

Mis desconocimientos musicales no me han permitido recoger en un pentagrama uno de los legados culturales más extraordinarios de Pajares de la Lampreana: la misa popular y otros cantos litúrgicos. Aunque no tengo el oído muy fino, he podido comprobar, al escuchar cantos de monjes copto-ortodoxos egipcios y etíopes, que tienen unas claras reminiscencias bizantinas.

Nadie, que yo sepa, los ha plasmado en una partitura. En los años setenta del siglo pasado, cuando todavía no me había dedicado a analizar las palabras que ya tenía recogidas, hice una grabación con un magnetófono Geloso de cintas pequeñas de la misa y otros cantos que interpretaron a capela los hermanos Martín y Felicísimo Temprano. No tuve la ocasión de poder hacerlo en vivo, mientras los hombres los cantaban en las celebraciones dominicales.

Tanto la misa como otros cantos litúrgicos se transmitieron por tradición oral de generación en generación. Todos ellos estaban en latín. Desconozco cuándo y cómo llegó esa misa a Pajares. Lo que puedo asegurar es que, cuando, después del Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, se introdujeron en la misa las lenguas vernáculas, fueron desapareciendo paulatinamente en Pajares los cantos en latín, tanto en la misa como en varias preces litúrgicas. Desde hace muchos años, la misa popular de Pajares ha desaparecido por completo. Es probable que ya nadie la recuerde, salvo algunas personas muy mayores.

Se ha subrayado repetidamente y con muy buen criterio en este periódico que uno de los mayores patrimonios de las zonas rurales es su cultura popular. Supone, además del gran aporte a la preservación del medio ambiente, un legado magnífico, que es preciso recuperar cuando antes, con o sin ayuda institucional. Los aperos y otros útiles de uso agrícola y doméstico pueden recogerse en museos; pero, ¿qué pasa con los bienes inmateriales que nos acompañaron y enriquecieron hace muchas décadas? No me cansaré de reiterar que "pa luego es tarde".