Algunas de las mejores ONG que existen están amparadas por la fe religiosa que sus fundadores tuvieron; algunas han perdido ese carácter porque oficialmente no fueron confesionales; y otras, fundadas por hombres de buena voluntad, hacen también una labor encomiable. Cáritas es la Iglesia, pero también es Iglesia el cristiano que colabora con unas u otras asociaciones movido e impulsado por su fe; y quizá, aun sin saberlo también está cerca de la Iglesia quien, alejado de la fe, lucha con convencimiento por valores evangélicos tales como la fraternidad y la amistad universal.

Un síntoma inequívoco de esta búsqueda es la realidad de quienes tienen abierta la mente y el corazón para ello: quienes, sin mirar de dónde nace la motivación del altruismo, tienden lazos de amistad con otros hombres, tan diferentes como sus motivaciones, pero en el fondo tan iguales que son capaces de reunirse para hacer proyectos comunes.

Reunir ovejas y cabras del que habla el evangelio es un trabajo bastante sencillo: a menudo quienes dan de comer al hambriento, de beber al sediento, acogen al forastero e inmigrante, visten al desnudo y visitan al enfermo y al preso -y lo hacen de forma desinteresada- se encuentran unidos colaborando por un mundo más humano.

Note el lector dos cuestiones al respecto: la primera sobre el valor de lo desinteresado. Para la salvación es tan importante los hechos como las motivaciones; y, si no, recordemos la diferencia entre la pobre viuda que da en el templo todo lo que tiene para vivir y los ricos que quieren que todo el mundo vea la cantidad que ofrecen, a menudo del dinero que les sobra.

Y la segunda cuestión sobre que, quizá, no todos los que consideramos cabras Dios los cataloga del mismo modo. Dios siempre tiene otros baremos para medir la bondad y el sacrificio por los demás.