En su crónica de ayer lunes, escribía acertadamente Celedonio Pérez, a propósito del triunfo del torero de Villamor de los Escuderos, Alberto Durán que, por fin, "Zamora tiene torero". Y tiene torero para rato. Un torero valiente, de sereno comportamiento que instrumenta los pases con hondura y plasticidad. Un torero con ideas, con iniciativa, eficaz, vistoso, que aporta pases de torería suprema y de alta dimensión torera, capaz de instrumentar muletazos de perfecto trazado y templanza. Y con un importante bagaje artístico. Sabe componer la figura y ejecuta su faena en valiente. Porque de valentía va sobrado el de Villamor que dio sobradas muestras, elocuentes y emocionantes, de ese valor que no se le supone, que no se le adivina, que se le ve y se le disfruta.

El toreo de Alberto Durán no es ese toreo mecanizado, el toreo de Alberto tiene la virtud del valor y de su vibrante actitud. No voy a ocultar que soy "Duranista", como cientos de zamoranos que quieren ver al diestro de Villamor de los Escuderos en las plazas que corresponden a su temple y valentía. La de Zamora la primera. El empresario está en la obligación de apostar por los toreros de la tierra y en concreto por Durán que siempre le dará más juego y le echara más valor que algunos de los consagrados que vienen a por la pasta, deslucen la tarde con su apocada y cobarde actitud, se lo llevan calentito y a otra cosa mariposa.

Salamanca podría ofrecerle la oportunidad que Alberto necesita, la oportunidad que no puede ni debe mendigar, porque no le hace falta, para lucirse, para demostrar al público que no es el suyo, la madera de la que está hecho este diestro. Torear es, además de valor, sentimiento y Alberto siente y disfruta cada lance, cada momento, rodilla en tierra, sentado en una silla o formando esa estampa que su cuerpo de junco traza. Porque aunque el toro no ayude, el torero se esfuerza y ejecuta una faena de las que no dejan indiferente, de las que atraen la atención del público, de las que no pasan desapercibidas.

Ya va siendo hora de que su peña y los taurinos zamoranos deseosos de ver inscribir otro nombre de la tierra en los anales del toreo, apoyen y reivindiquen la figura, porque lo es, de Alberto Durán en el coso zamorano, de entrada. Aunque queda mucho para San Pedro y en las plazas de España abiertas a oportunidades menos prometedoras, podría tener cabida nuestro Alberto capaz de darlo todo incluso por nada. Porque Alberto no se ha hecho torero porque sí, ni por la pasta en exclusiva, ni por la fama que puede ser efímera si no se respalda con un trabajo bien hecho, Alberto se ha hecho y es torero porque lo lleva en la sangre, porque está tallado en esa madera especial reservada para los valientes, para los que se entregan, para los que hacen del valor su divisa.

Hay que agradecerle a Maribel Escribano, alcaldesa de Villamor y mujer encantadora donde las haya, el apoyo demostrado al torero de su feudo natal. Y a Manuel de Lera, incondicional y amigo siempre, a Félix Zamorano, a Pipe Mayado de memoria enciclopédica, a Rafael Sánchez Olea y su encantadora y taurina esposa, a Francisco Mozo, Paco, el panadero de Bermillo, a Luis Pablos y a Fernando y Puri. Y cómo no, a Luzbelina, la madre del diestro, a Ramiro, patriarca de la familia Durán y un cantaor de primera que también sabe templar la voz y arrancarle los mejores registros, y a Ramiro, hijo por su hospitalidad y generosidad. Gracias por una tarde inolvidable.